Elogio de mi Colombia
Este, el segundo más feliz del mundo, es un país tremendamente aburrido. No porque no sucedan cosas de todo tipo, porque suceden. Muchas. Malas, especialmente. Pero además de poca imaginación, es reiterativo, con sonsonetes que se han repetido durante años sin que nadie llegue a creerlos del todo, pero que son incuestionables al punto de ser tachado de apátrida quien se atreva a impugnarlos, como el de “somos el mejor vividero del mundo", este es el paraíso más bello" y “con la mejor gente" o, “si no tuviéramos guerra seríamos una potencia"... Sin embargo, estas verdades basadas en argumentos de humo, terminan por aburrir y por sembrar en sus habitantes un sentimiento de inutilidad, reflejado en el “eso pa qué", “deje así", “pa qué voto si van a gobernar los mismos"; “para qué pago los impuestos si los políticos se van a robar la plata"; “para qué cumplo con la ley si los demás se la pasan por la faja"... Desesperanza aprendida,