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De lo difícil de ser mujer

No lo noté mientras crecía, pero viéndolo en retrospectiva el comportamiento de los hombres fluctuaba entre la agresividad y una especie de embelesamiento: algunos niños en el colegio alzaban mi falda en los pasillos, me hacían zancadillas o empujaban en el patio de recreo y uno hasta metía en mi pupitre billetes de 20 pesos arrugados con los que yo no sabía qué hacer hasta que la mamá del misterioso filántropo se quejó con las monjas; al parecer esos niños estaban "enamorados" de mí. Esos primeros años en un colegio mixto hicieron que sintiera miedo de los hombres. Fue un alivio pasar luego a uno femenino. Los adultos por su parte se dividían en dos: los que se incomodaban cuando de manera inocente me arrojaba a su cuello o sentaba en sus piernas y los que disimuladamente buscaban ese tipo de contacto. Desafortunadamente nadie me enseñó a diferenciarlos. Ahora no deja de ser igualmente frustrante: hombres a los que supuestamente les gusto que me miran mal o no me ha

Mi cuerpo, mis decisiones

No hablemos del estigma si la familia o los amigos se enteran, de la persecución de las autoridades en los países en que es totalmente prohibido, no hagamos alusión a la culpa que producen décadas de doctrina religiosa y movimientos pro vida que repiten hasta el cansancio la palabra asesinato: pensemos que todas las que pasamos por eso, hemos superado esas taras mentales inyectadas a punta de odio y prejuicios. Hablemos del trauma físico que un aborto acarrea. Cuando eres una estudiante universitaria de clase media a quien su novio decide "responder" pagando los gastos con tal de no defraudar a la familia que espera verlo graduado y exitoso antes de empujar un cochecito, tienes el problema casi resuelto. No vas a tener que recurrir a las ramas de ruda ni a los ganchos de ropa, es posible que no mueras por la infección o desangrada, así que puedes dirigirte a una de esas Clínicas de la Mujer que afortunadamente existen, con conocimiento o no de los gobiernos, teniendo la

Y qué si...?

Escuché, con ocasión de la muerte de ese extraterrestre autodenominado Prince, una y otra vez una canción suya titulada "What if", que me encantó por su melodía un poco religiosa -porque debo reconocer que no entiendo la letra y no me di a la tarea de buscarla-. Lo cierto es que vino a mí con ocasión de las actuales contiendas políticas (porque siempre, a toda hora y en todo el mundo hay elecciones), en forma de pregunta, pero no sólo con respecto a ellas, en general: ¿Y qué si...? ¿Mi país hubiera tenido un gobierno de izquierda -de alguno de esos líderes que se veían tan capaces y fueron asesinados- y no hubiera existido la tal "apertura económica", ni las privatizaciones, ni los TLC y siguiera existiendo el Seguro Social y Telecom e Inravisión y la Televisión Educativa y los empleos para toda la vida y las primas y las cesantías y las vacaciones pagas y las licencias remuneradas y las horas extras y las bonificaciones y los ascensos y el SENA (ups, ese sí ex