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Mostrando entradas de 2016

Viaje por Venezuela

Llegué asustada al puente Simón Bolívar que comunica Colombia con Venezuela, los rumores de que la cosa estaba fea pululaban, eso sí, el flujo de gente que iba y venía de uno al otro lado -a pie- era abundante. A lo largo del puente varios se ofrecieron a llevar las maletas en carritos de mercado por 5 mil -a estas alturas no sé si pesos o bolívares, diferencia importante-; decidí echar a andar con la mía a cuestas mientras cuadraba con un taxista que se ofrecía  a llevarnos hasta el terminal de San Cristóbal por 2.500 Bs cada uno, cuando otros pedían 5.000. Mintió cuando dijo que el carro estaba a dos cuadras, caminamos más de cinco hasta llegar a él, un Malibú viejo que suele ser utilizado en estos menesteres y, entre otras cosas, para transportar gasolina. Nos embarcamos, el viaje se hizo placentero, con poca cola y sólo tres pasajeros -nosotras-, más el chófer.  Llegar a San Cristóbal -bastión de la oposición- y dirigirme a almorzar después de haber asegurado el pasaje hacia Carac

Mutismo selectivo

El silencio de una profesora de los Andes sobre el caso de Yuliana Andrea Samboní Suceden cosas horribles en este mundo. Suceden cosas horribles en mi país. Hemos visto en el transcurso de muchos años homicidios, masacres, descuartizamientos, violaciones y empalamientos. Acabamos de pasar una semana plagada de noticias cada vez más escalofriantes sobre el rapto, maltrato, abuso sexual y asesinato de una niña indígena desplazada de 7 años, al parecer, perpetrado por un individuo perteneciente a una familia prestante. Los detalles son aberrantes. La rabia y el afán de venganza expresada en el muro de lamentaciones en que se han convertido las redes sociales no se ha hecho esperar. En el trasegar por mi página de facebook tropiezo con un estado que dice: "A los colombianos se nos va la vida de indignación en indignación". Nada más cierto y también el que nos sintamos aliviados sólo por el hecho de expresarla sin pensar siquiera en que algo debe hacerse para que esto no si

Revelaciones

De pronto, esta pitonisa de la calamidad despierta llena de certeza, aunque se haya acostado deseando abrir los ojos diez años después, con los muertos de la posguerra ya contados para no tener que vivirlos cada día desde un lugar distinto, con un rostro, una edad, un nombre y una historia de lucha particular, terminados igualmente a bala en una calle cualquiera de esta tierra salvaje. Esta rapsoda de la tristeza sabe que esas familias están llorando a su ser querido, pero ella los padece a todos y arrastra su duelo perenne; porque aunque diga odiarla, ama esta tierra exhuberantemente bella y tan perversa como una Lucrecia Borgia con alpargatas y sombrero vueltiao; sobre ella ha sido groseramente feliz y amada, sus sabores y olores han deleitado aun sin quererlo cada uno de sus sentidos y esa savia deliciosa y maldita recorre sus venas y habita en su saliva, se transpira en su sudor y sale por sus desechos, volviendo a entrar cada día con cada respiración, con cada mirada aterrada

Un lugar en el mundo

Pareciera que no hay lugar en este mundo a donde ir sin sentirse amenazado. Si nuestros antepasados iban de un lugar a otro buscando alimento, huyendo de las fieras, ahora huimos de los crímenes perpetrados por seres de nuestra misma especie.  Los estados -con pocas excepciones- han fracasado en su función de garantizar la seguridad de los ciudadanos, aunque hace eones ya ni se esfuerzan por hacerlo: las incursiones a la vida política cada vez tienen razones más lejanas y distintas a la de servir a la causa del pueblo, en la mayoría de los casos se busca sólo el lucro personal o la fama y la grandeza, pasar a los anales de la historia. ¿Cómo vivir, sabiendo que nadie puede protegernos de todo lo que atenta contra nuestra integridad, tanto emocional como física, de tantas maneras? ¿Es por eso que buscamos nuestra felicidad en drogas, alcohol, entretenimiento, vídeojuegos, viajes y compras, muchas compras? Salimos a la calle y es muy probable que alguien intente agredirnos, violen

Viejo Mundo

No me engañas, viejo mundo, aunque intentes parecer moderno y sofisticado:  veo patéticos tus cuerpos deformes, tus rostros inexpresivos, tus genes alterados;  tus enfermedades catastróficas. Sigues siendo el mismo que quemó herejes, que masacró niños y ancianos;  sigues odiando a las mujeres, a los maricas y a los negros;  asesinando a los nativos, rechazando a los extranjeros. No logras embaucarme con tu tecnología inútil, tus comunicaciones rápidas, tus noticias inventadas;  ni con tus líderes egoístas, tus mercachifles religiosos, tus ídolos de silicona, tus aviones y cohetes. Eres un viejo cada vez más sediento de muerte, pontificas sobre todo, quieres que todos compremos tus manuales sin sentido; destruyes toda forma inocente de vida, castigas a quienes se te oponen;  matas, cada día, a quienes te aman. No quiero tu moda ni tus reglas, desprecio tus discursos y tus derechos inhumanos. Sólo puedo esperar que algún día, por fin, desaparezcas.

Maldita igualdad

Tantos años de evolución, tantas décadas de emancipación y seguimos siendo violentadas, hasta por nosotras mismas. Ya se ha dicho que la liberación femenina sólo sirvió para esclavizarnos más, para permitirnos entrar en el competitivo mundo laboral, en la política, los deportes y en todos los campos con relativo éxito, aunque siempre en falta, inferiores, ganando un poco menos, siendo miradas con desconfianza, porque nuestras particularidades hormonales hacen temer de nosotras descargas de emocionalidad inexplicables. Nuestra liberación, que nos encerró en una linda celda, nos exige tener un look adecuado a lo que somos: ejecutivas, hippies, prepagos o hasta simplonas; aún así todas seguimos teniendo que depilar nuestro bigote, piernas y axilas; nuestro pelo debe tener un cierto color, un cierto peinado, nuestro rostro un cierto tipo de maquillaje, porque también nos ata la belleza, el imperativo de vernos atractivas. Sí, hay mujeres pasadas de peso, pero ¿son felices, son lib

Cosas sueltas

Me aburro todos los días. Me acuesto todas las noches cansada de oír el mismo ruido, de ver y escuchar las mismas cosas. Me canso de esperar algo bueno de mi bendita especie. No hago más que desear una hecatombe que lo destruya todo para que esta tierra vuelva a empezar sin nosotros. Me aburre sentirme diferente y ser rechazada por eso, pero a la vez necesitar ese rechazo para recordarme que no soy como ellos. Me fastidian cada vez más los fanáticos religiosos que me acusan de pactos con el demonio cuando me declaro atea, mientras yo tengo que soportar sus imágenes, su dios y su amén por todas partes. Me asquea la estupidez de mis compatriotas, de los extranjeros, de casi todos los humanos. Pocas cosas me seducen tanto como la inteligencia y es tan difícil hallarla, que a veces siento que hasta en mí misma escasea. No puedo entender que un pueblo, por cuenta del odio, prefiera lanzarse al abismo y rechace su propio bienestar, pudiendo perdonar, ser grande y benévolo.

Oda al cine

Quién se podría haber imaginado que una película “pochoclera" (que es como suelen llamar los argentinos a las producciones que recaudan miles de millones de dólares en taquilla), X- Men Apocalipsis, me llevaría atrás, a mis épocas de infancia, a los primeros años de la década de los 80s, momento en el cual empecé a tener consciencia de mí y del mundo... De hecho, tal como aparece allí, el primer presidente estadounidense del que tengo memoria es Reagan, al cual, sin saber en esa época de demócratas ni republicanos, admiraba por haber sido actor de Hollywoood... Verla me hizo pensar en las tantas guerras y los miles, tal vez millones de muertos que ha habido desde ese momento hasta ahora en el mundo y en mi propio país, muertos de todas las edades, razas y credos, muertos por el hambre y las disputas territoriales, religiosas, políticas y económicas…. Recordé la primera sensación al entrar al teatro y ver mi primera película, recuerdo pensar que todo era posible: viajar al pasa

El odio

Hasta hace poco no entendía la lucha de clases. En realidad no creía que las clases estuvieran en pugna, pensé que coexistían relativamente en paz, al menos en este momento, en el que más gente tiene acceso a los bienes y la globalización equipara a un adolescente latinoamericano con uno japonés, pues ambos tienen el mismo aparato celular y posiblemente la misma marca de zapatos. Pero entonces algo empezó a llamar mi atención y terminó convirtiéndose casi en una obsesión: es la capacidad de odiarnos los unos a los otros. Pareciera ser una especie de derecho, una tremenda catarsis poder decir “odio esto", “cómo odio que..." En mi país -y es posible que esto ocurra en el resto del mundo-, sobretodo odiamos a lo que se sale del patrón que nuestras élites y líderes políticos, culturales y religiosos establecieron: odiamos al negro, al provinciano, al indio, al pobre, al chabacán. En los últimos tiempos se han añadido a la lista los gays, las pre-pago y los traquetos. Antes

La privatización de la vida

Es un hecho que en este mundo no somos nadie sin un peso en el bolsillo; es un hecho que las relaciones -todas- están marcadas por este pequeño gran detalle: que si después de cierta edad no pagas tus cuentas no te quiere ni tu mamá. Es triste que como dice la canción "amigo cuánto tienes cuánto vales" aplique para tus vínculos familiares, amorosos de amistad o incluso laborales; pero saber que no tienes derecho ni a disfrutar de las riquezas de tu país, que todo lo bonito tiene precio, o dueño, o mejor dicho, los dos, que hay lugares en los que sólo parecen ser bienvenidos los extranjeros con sus dólares o sus euros, ¡eso sí que entristece! Lo digo porque ahora vivo en una ciudad turística -aunque no lo es tanto como por ejemplo, Cartagena- y me he dado cuenta de que ciertas playas, las más bonitas en su mayoría, no sólo cobran entrada, sino hay que ir en carro o pagar transporte a precios exorbitantes, porque no hay de otra, a lo que hay que sumarle el precio de la car

¡Nos están matando!

Uno creció viendo morir a los hombres en la guerra. Se acostumbró a que el papel de las mujeres fuera el de resguardar el hogar, educar los hijos y hasta sostener económicamente a la familia mientras el padre y los hijos estaban en el campo de batalla, más si estos llegaban a convertirse en víctimas fatales. Así viví también la guerra en mi país: guerrilleros, policías y soldados morían a diario (interrumpida esta rutina con unas cuantas muertes de guerrilleras) y así conocí el sicariato, hombres o niños matando a otros hombres por unos cuantos pesos. Nunca pensé que presenciaría esta especie de doloroso equilibrio poblacional, que llegaría el momento en que morirían tantas mujeres como hombres. Lo veo cada día al hojear los periódicos y comprobar que muchas mujeres jóvenes, ancianas y niñas mueren, víctimas de abusos sexuales, robos, mutilaciones, torturas, a puñaladas, por balas disparadas por sus esposos, ex amantes, conocidos o asesinos a sueldo. Por deudas, venganzas, problem

Crónicas costeñas

Imagen
Es curioso cómo a la orilla del mar todo se ve diferente. Como decía alguien, es estar en el borde del mundo, aunque no sabes con exactitud lo que está del otro lado. Te preguntas qué traen esas aguas cristalinas o a veces profundamente oscuras... Aquí el sol no da tregua y calcina la piel durante todo el día, pero a las 5 y media de la tarde comienza la transformación que a todos reconcilia con la vida:  el cielo se torna anaranjado y la brisa se hace cada vez más suave, las luces se encienden y todo adquiere una nueva vida, en la que la miseria y la suciedad desaparecen... Porque la pobreza y los contrastes son difíciles de ignorar, cuando para ir a famosas playas como el Rodadero o Taganga tienes que pasar por montañas salpicadas de vegetación reseca y bolsas de plástico, por casas de tabla e innumerables perros que luego merodean por las playas abarrotadas. Aquí se mezclan la cadencia del samario con acentos de todo el país y de otras naciones suramericanas, el inglés, el alemán

Otro día en la red

Decidió que no volvería a indignarse por lo que pasara en el planeta: de nada le servía a las ballenas que ella compartiera imágenes horripilantes de sus matanzas en las costas ensangrentadas de países muy muy lejanos... Era cierto, flaco favor le hacían a los niños palestinos sus ruegos por detener la masacre, es posible que ese día -ni ningún otro- Netanyahu no revisara su twitter y entonces nunca se enteraría de que una valiente suramericana lo había conminado a dejar en paz a sus sufridos vecinos. Eso sí, pensó en lo que en esos momentos podría estar tramando Obama y su ejército de asesinos que predicaban la paz y practicaban las guerras; se preguntó qué cosa nueva estarían inventando las multinacionales para envenenarnos y odió a los políticos de su país por ser tan malditamente ambiciosos y corruptos. Pero ya era hora de bañarse y salir a comprar lo del  almuerzo, asi que cerró su portátil y se metió a la ducha. Cuando salió a las calles soleadas y polvorientas todo

Mi filosofía

Tienen que saber que puedo pasar horas mirando la pantalla y no me importa, nada de lo que veo se me antoja, pareciera que soy inmune a la publicidad... Luego veo cómo acuchillan a una ballena y lloro, veo a los perros abandonados y quisiera llevármelos a todos a la casa: ése es el tipo de cosas que me conmueven. Vienen a decirme que estoy mal, que soy un fracaso porque otras de menos edad ya acumulan muchos y lujosos bienes y yo sólo me hago cargo de una gata con tres patas que puede irse cualquier día. Entiendo su punto, pero no pueden esperar que desee una vida de altibajos económicos/emocionales, caídas de la bolsa, caprichos infantiles y demás, sólo para complacerlos. Prefiero mi rutina de sólo estar, vivir, sin pensar en lo que vendrá. Así quiero que me encuentre el fin de los tiempos que será el fin de mi vida, porque sé que nada me espera del otro lado. Muchos necesitan gurús porque su libro sagrado les dice que no confíen en su razón, que por el contrario crean en toda su

Lamentos

Sé que no debo, pero a veces me descubro sintiendo Me sorprendo esperando que alguna vez lleguen a aceptarme Y me respeten. En ocasiones deseo ser lo que ellos quieren También a veces  lamento haber sido una gran decepción Lo siento más por ellos que por mí: Yo soy sólo un remedo. Sufren porque no soy lo que esperaban Resienten mi fracaso porque es el suyo Nunca pensaron Que el paso por este mundo podría ser de otra manera Tristemente sólo buscaban que me acogiera a su libreto Y yo lo destruí hace tiempo con mis desaciertos. Así que de aquello tan prometedor ya no queda nada Sólo unas cuantas fotos gastadas Y la historia de una vida desperdiciada.

Carta al presidente

Apreciado sr. Santos: Debería comenzar con una frase de Chipi Chipi, la canción de Charly García: “yo nunca fui a New York, no sé lo que es París" porque yo, presidente, no he viajado por el mundo ni nací en cuna de oro como usted, aunque, al igual que la suya, mi familia fue liberal y luego, como usted, se volvió uribista. Pero lo que soy yo, nunca supe lo que era ser socio de un club, aunque unos primos que sí lo eran nos invitaban a mi hermano y a mí de vez en cuando a la piscina del suyo, uno de los más chichipatos de la ciudad, nada que ver con el Jockey, el Gun o esos clubes elegantes de Bogotá.  Sepa presidente, que estudiar fuera del país como lo hizo usted nunca pasó por mi cabeza y menos durante el bachillerato, pues era algo imposible de costear para mi mamá, viuda y secretaria; tampoco pensar en tener carro (aún no lo tengo) o trabajar en el negocio familiar como la mayoría de los herederos de las familias ricas de todos los países, simplemente porque ese negocio