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Mostrando entradas de 2017

Un dios impotente

La gente suele asustarse frente a quien se proclama ateo y es que, hay que reconocer que la palabra puede sonar fea; se debería decir incrédulo, librepensador, pagano, abstemio, en fin; en cambio impresiona el hecho de que, 2000 y pico de años después, mucha gente alrededor del mundo crea, no sólo que eso de la venida de Jesucristo realmente ocurrió, sino que volverá a pasar, aunque no sepamos cuándo y haya transcurrido tanto tiempo sin que el hijo del Señor dé muestras de querer asomarse por este agobiado mundo. Resulta sorprendente que, pese al paso de los siglos, estas religiones sigan manteniendo adeptos, construyendo iglesias y convocando seguidores alrededor de la tierra, siendo sus jerarcas exitosos rock star de la "Palabra de Dios", con la suficiente fuerza y poder político para tumbar gobiernos y destrozar imperios enemigos. Aún hoy, sin la segunda venida del Mesías a la vista, con muestras evidentes de que esa deidad es absolutamente ineficaz para detener la ma

Un cuento

Berenice tenía los pechos más lindos de la comarca, o al menos eso pensaba ella cuando los miraba desde arriba, asomando entre el corpiño, blancos y redondos, turgentes e indiscretos. Berenice había amado mucho y también había sufrido mucho por amor; la vida no la trató muy bien pero para ella siempre había valido la pena, aunque por su corazón hubieran transitado personajes de todas las pelambres, de los cuales sin excepción se había enamorado sin pensar en las consecuencias... Un día vio cómo sus tetas ya no eran firmes al tacto y se escurrían como gelatina de leche; su cara ya no tenía la frescura ni su cuerpo las redondeces de otrora; entonces lloró y maldijo y temió que ya ninguno la amaría; pensó en gastar todo lo que tenía estiramientos y en gimnasios y hacer todas las dietas para volver atrás, al cuerpo que nunca tuvo; pero luego sonrió y se dijo que el plástico no era lo suyo y decidió que envejecería con dignidad, aunque eso supusiera una avalancha de miradas indiscr

Elogio de mi Colombia

Este, el segundo más feliz del mundo, es un país tremendamente aburrido. No porque no sucedan cosas de todo tipo, porque suceden. Muchas. Malas, especialmente. Pero además de poca imaginación, es reiterativo, con sonsonetes que se han repetido durante años sin que nadie llegue a creerlos del todo, pero que son incuestionables al punto de ser tachado de apátrida quien se atreva a impugnarlos, como el de “somos el mejor vividero del mundo", este es el paraíso más bello" y “con la mejor gente" o, “si no tuviéramos guerra seríamos una potencia"... Sin embargo, estas verdades basadas en argumentos de humo, terminan por aburrir y por sembrar en sus habitantes un sentimiento de inutilidad, reflejado en el “eso pa qué", “deje así",  “pa qué voto si van a gobernar los mismos"; “para qué pago los impuestos si los políticos se van a robar la plata"; “para qué cumplo con la ley si los demás se la pasan por la faja"... Desesperanza aprendida,

¿Todo es por el sexo?

Para nadie es un secreto que el sexo domina el mundo: todo, absolutamente todo lo que sucede en nuestras vidas tiene relación con él (lo dijo hace más de un siglo Sigmund Freud): ningún aspecto, ni aun la política, ni la religión están desligadas de este fenómeno... Y aunque en esta era de milenials es muy bonito pensar en el amor, no hay que buscar mucho para darse cuenta de que es más fácil conseguir alguien con quien fornicar que alguien a quien amar o que nos ame; porque el amor, el de los poemas y novelas, es un acto absolutamente voluntario y racional, que implica grandes esfuerzos y sacrificios que van en contra del instinto natural (la monogamia es un ejemplo de ello) que no todos están dispuestos a hacer (sólo los inteligentes, diría Rodolfo Llinás). En el fondo, todo termina tratándose de sexo; sin embargo, algunas personas aún creen en ese invento humano -como todos los demás inventos- llamado amor y gastan energías en buscarlo aunque sepan lo imposible de esta empresa, d

El mito de la libertad de expresión

Fue precisamente Dalton Trumbo, guionista norteamericano acusado de ser un espía del comunismo y obligado a escribir protegido por seudónimos, quien en una entrevista afirmó: "si me preguntaran qué escogería entre libertad de expresión y techo y comida, por supuesto que preferiría lo segundo". Ha sido considerado un derecho fundamental el poder decir lo que pensamos sin que esto acarree consecuencias, pero ¿realmente se debe poder decir todo? Suponiendo que el parámetro sea que sí, siempre y cuando no afecte a los demás, ¿cómo trazar ese límite? ¿qué lesiona y qué no, la honra y el buen nombre de uno u otros? Porque ¿qué tan malo puede ser expresar todas nuestras opiniones? De hecho podemos hacerlo: criticar al gobernante de turno (aunque en algunos regímenes pueden apresarte o matarte por ello); le puedes decir a alguien que es un hijo de puta y lo más probable es que no salgas bien librado; puedes decir de tu vecino, de tu jefe o de quien sea lo que quieras, pero ¡at

Mi ama

La veo regresar todas las mañanas del país de los sueños La sigo al levantarse y preparar su café, leer sola los periódicos Contemplo su súplica silenciosa por una llamada que no llega La observo mordisquear el queso y engullir el pan, añorante de otro mundo. La miro enojarse y maldecir, llorar cada vez que algo lo recuerda Acompaño sus recorridos por la casa, su rebotar por las paredes La siento tan frágil sobre el piso de cerámica, revolviéndose en el colchón y suspirando en la ducha Adivino sus ganas de morir, su rabia por estar viva y entonces me aproximo. Quisiera decirle que ninguno la amará como lo hizo ella Quisiera no ver sus lágrimas asomar, tan cerca de su risa Quisiera que supiera que va a estar bien, porque ella sola ilumina este lado del mudo Pero sólo puedo restregar mi cuerpo contra su pierna mientras la miro y pienso: Algún día ya no habrá corazón qué romper, querida humana.

Ciudad de mis amores

Llegué a ti -una vez más- con el corazón roto. Entonces, a pesar de mis ojos empañados, pude contrastar el paisaje árido con tus verdes calles y sentir que estaba en casa. Me recibiste con lluvia y neblina, me ayudaste a sanar más rápido mis heridas y me pregunté cómo podían llamarte “peladero", si aún puedo caminar desde mi casa hasta la biblioteca pública, si saludo al menos a una persona cuando salgo a la calle, ¿te dicen así por ser una ciudad marcada por el comercio, por ser el puente entre un país agrícola y atrasado y otro, en algún tiempo, rocambolescamente rico? Denigrarte no vuelve a quien lo hace más cosmopolita ni más culto: lo revela ignorante de tu historia, de tu encanto y de lo que llaman contexto. No puedes ser más peladero que otros lugares en los que los niños se mueren de hambre o la gente se envenena poco a poco por el humo que respira; ni más que esa perla del caribe cuyos desechos corren impunes por sus calles hediondas; o que ese arribista patio tr

Duelos

Tenemos la mala suerte de vivir en un país marcado por la Violencia, por una con V mayúscula y por muchas otras menos sonoras; un país que ha evadido hacer sus duelos, que ha pasado de una época atroz a otra sin siquiera haberse detenido a elaborar; un país, por tanto, con una salud mental de mierda. Alguna vez, después de un buen rato de estar hablando con un adolescente sobre el tema, tuve, por fin, la brillante idea de preguntarle ¿sabes lo que es el duelo? Y él, algo dudoso -tal vez porque no le veía ninguna relación con lo que yo había estado hablando-, respondió: “sí, es cuando dos personas se citan para pelear". Una vez más, pensé, los psicólogos y esa patética costumbre de creer que todos saben de lo que estamos hablando. La vida es un constante duelo, decía mi profesor de prácticas: por los seres queridos que se han ido, porque mueren o simplemente desaparecen; por nuestro cuerpo que muta constantemente; por los lugares que dejamos atrás; por los buenos momentos que