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Mostrando entradas de julio, 2023

Mi cuarto propio

  Que una mujer debe tener dinero y un cuarto propio para poder escribir novelas, sentenció esa extraterrestre monumental, que revolucionó junto con tantas otras el mundo llamada Virginia Woolf.  Lo hizo recordando que hace apenas un par de siglos las mujeres no teníamos un espacio físico más allá del compartido con otros miembros de la familia para "ser y hacer" a nuestro antojo, y por la pesada carga de obligaciones que tenían nuestras antepasadas como para hacer otra cosa además de fregar y cocinar; esto sumado al escarnio y la infinidad de críticas que recibían las pocas que se atrevían a desafiar ese mezquino orden establecido. Pues bien, he aquí que algunas no se resignaron y escribieron, pintaron, compusieron música, filmaron películas y se desnudaron, emborracharon e hicieron todo los que les estaba prohibido; cada vez somos más, aunque aun hay muchas que no tuvieron ni tendrán más destino que la cocina, la escoba o las calles para mendigar o prostituirse, porque les

Tuve una vez un amigo

  Más bien han sido varios, en algunos casos fue amistad verdadera, en otros había otras intenciones; unos desaparecieron, otros permanecen. Pero este en particular (a pesar de no ser lo que para muchos es una buena persona) me vio de otra manera que ahora, después de haber llegado un poco tarde a la comprensión de la desigualdad de los sexos, entiendo que fue imprescindible para perder el miedo a hablar desde mi propia voz y mi propio lenguaje. Es que su mirada no se fijaba en mis senos ni en mi trasero: estaba al nivel de mi cabeza y me apuntaba de frente al cerebro.  Con él descubrí lo maravilloso de pasar la noche hablando tanto de lo profundo como de lo banal, de los libros leídos sólo por el placer de hacerlo, de los chismes de la farándula local e internacional, de burlarnos del alto grado de estupidez de los demás y de nosotros mismos, de horrorizarnos con la maldad humana y asombrarnos con las portentosas creaciones de esta contradictoria especie que somos. En esas tertulias m

Amarguras

La mosca de la fruta tan examinada por científicos pasa sola, de la exquisita manzana  a la banana a punto de pudrirse; sus parientes las moscas comunes no conocen su tragedia: ella aprende, dice la ciencia pero muere en treinta días. Soy esa mosca que piensa y como ella, soy materia en descomposición. Las cántaras de leche llenadas todas las mañanas el vendedor de sangre para el caldo de pichón el asado en el anafre, el sancocho en el río las melcochas de bienvenida los mediodías las hojas de plátano para envolver la carne el canasto del mercado las hallacas de diciembre a eso sabían la infancia y la felicidad. Deberíamos demandar todos en masa por el amor que era mentira por empujarnos a crecer por dejar el alma en la oficina y el transporte por la lluvia que vemos detrás de la ventana por ese humo desgracia que tenemos que toser -como dice Chico Buarque- por las fiestas de oficina y las reuniones de padres por el montón de mierda que nos morimos por comprar por la vida, que no pedim