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Soy esa

Soy un pequeño grano de arena en la playa del mundo como las otras, una piedra del mismo material del universo de los planetas y las estrellas como en ellas, hay en mí destellos luminosos y fragmentos oscuros. Soy una entre muchas y soy  distinta, única una sangre me recorre un montón de colores y dolores. La marea me ha azotado contra otras piedras contra fragmentos de coral y vestigios de naufragios me ha formado así, desigual y porosa Nunca dejaré de ser,  aunque los rastros de la gran roca  de que provengo, se desvanezcan. Esta que soy:  un pedazo más de materia imperfecta.

Envejecer

 Si el desgaste corporal empieza muy temprano en el ciclo vital (podría decirse que casi en el mismo momento en que se completa el desarrollo) ¿Cuándo y con qué criterios determina la sociedad que estamos viejos? Se considera  persona mayor  a quien sobrepasa los 60 años pero, ¿es aplicable a todas las culturas, en todos los contextos y a todos los fenotipos? ¿Cuándo en realidad empieza a constatarse el natural “declive"?  Resulta paradójico que en el convulsionado mundo actual cada vez se nos califica de "ancianos" a una edad más temprana, pero a la vez se prolonga la senectud a través de tratamientos médicos y otros artificios como procedimientos estéticos, inyecciones, cirugías, gimnasios y hasta retoques fotográficos. Solo alguien que cuenta con una edad que para la sociedad es “avanzada" puede entender lo cruel que llega a ser intentar subsistir en una sociedad que pareciera buscar con su desprecio exorcizar el miedo que le provoca envejecer, porque para muchos

¡Dios, si pudiera escribir!

 ¡Ya quisiera yo escribir para contar! De ovarios y úteros Sangrados, inflamaciones, contracciones  Bebés que no llegaron a serlo Dolores de parto sin haber parido ¡Qué podría decirte amiga que sueñas con trompas de Falopio! De estremecimientos Punzadas con pica hielos en el centro de Voces temblorosas en la noche ciega Cuerpos hechos gelatina Humedades, manantiales descontrolados  De lágrimas Ardor quemante, fundiciones  El espasmo que recorre todo Y luego, ¿cómo expresarlo? Soledad, desolación, separación Un planeta entero en medio de dos que acaban de amarse ¿Qué decir, amigo, de labios sobre pezones? De yemas recorriendo hombros, brazos, espalda De piernas anudando otras piernas De dedos rosados en la boca, uno a uno ¿Qué de la muerte, del dolor de cada día? No sabes nada, amiga No sabes nada, amigo Yo no sé nada más que  Háblame, cuéntame lo que sabes Porque no puedo escribir

Decálogo 2

 Supongo que serán muchas más, por ahora solo completaré las diez: 6. El sexo puede ser solamente eso, no necesariamente sinónimo de amor, de relación, de compromiso; puede ser solo goce, disfrute, intercambio. Ojo, eso no excluye la empatía, preocuparse por el otro, expresar afecto y ejercer el cuidado. 7. Ninguna persona es posesión de otro, ni aunque lleve su mismo apellido y exista un documento que certifique una unión; intentar poseer nos lleva a sufrir y hacer sufrir a otros, a ahogarnos y ahogarlos como esas plantas a las que las malas hierbas les roban el agua y los nutrientes y se secan y mueren. 8. Es válido cambiar de opinión, replantearse las cosas, abandonar ideas y valores que defendimos. ¿Quién dijo que permanecer inmutables es una cualidad? Si el mundo es cambiante, ¿no deberíamos serlo también sus habitantes? Es preciso auto criticarse, pensar y repensarlo todo, recordar que el cambio es la esencia de la vida. Y no temerle.  9. Hay muchas formas distintas de amor, ¿por

Decálogo 1

 Trataré de plasmar las cosas que a mi juicio debemos tener presentes para vivir mejor y sufrir un poquito menos. Aquí van: 1. Admitir que los que NO están es porque así lo desean; no se puede obligar a nadie a permanecer, a querernos, a disfrutar de nuestra compañía: q ue esté el que quiera , así de simple. 2. De 20 cosas que hagamos en el día, la semana, el mes o el año 19 pueden salir mal -incluso las 20-, pero eso no debe impedir que sigamos intentándolo una y otra vez cada día, hasta que una sola de esas cosas (o algunas, o todas, o ninguna) funcione. 3. Siempre se puede volver a comenzar, siempre es posible recoger los pedacitos de corazón y volver a juntarlos; quedará remendado y con grietas, pero de eso se trata la supervivencia: de sanar las heridas y vivir con las cicatrices (lo dijo Margaret Mead, lo dice el Kintsugi japonés) ¡Creámoslo!  4. La existencia no puede limitarse a esperar: que esa alma gemela llegue, que el trabajo soñado aparezca, que nos llamen los amigos y los

Mi amigo burgués 2

 Se siente muy satisfecho con este nuevo triunfo del progresismo latinoamericano: mi amigo es, ante todo, un demócrata, y aunque está convencido de que el capitalismo es el sistema más viable para la coexistencia entre sociedades disímiles, le parece que se ha convertido en un lobo feroz que ha azotado a los países dejándolos sumidos en la miseria y la hambruna, mientras unos -muy pocos- poseen la mayor parte de la riqueza. Está seguro de que es necesaria una inyección de humanidad, un intento por emparejar las cosas; sueña con un futuro en el que sus vástagos no tengan que avergonzarse por tomar el brunch en la terraza de un buen restaurante de comida fusión, mientras migrantes y locales hambrientos se acercan a pedir unas monedas. Tampoco quiere tener miedo de que esta desigualdad rampante lo ponga en peligro por usar su apple watch o contestar una llamada en su iphone . Acaba de regresar de Ciudad de México -sus utopías de recorrer el mundo ya no pasan por Europa, tierra llena de

Poemas de pandemia

En las noches galopa en el pecho como cien caballos huyendo en estampida De día enfría las manos y baja en pequeñas gotas por la espalda Siempre ha estado allí Agazapado en las sombras de la ventana en las noches de terror Repitiéndose en el eco de las letanías a los muertos Sentado en la silla del profesor Detrás de la mueca de burla de los niños cuando alzaban la falda para ver los calzones de las niñas Amenazando con la correa gruesa del padre en la mano desencajada por la ira de la madre Actuando como juez cuando se descubrían los placeres del cuerpo Se burló al subir a todos los aviones A la hora de amar recordó siempre que la felicidad era ilusoria Me ha perseguido sin descanso por cada resquicio del sueño No crecí con miedo El miedo creció dentro de mí - Las calles solitarias tienen ahora el olor de la muerte No porque antes no lo tuvieran, con tanto que aquí se mata Pero ahora hay algo que nos hace alejarnos de los otros Más que antes, que siempre Los gatos so

He/She

Encerrarme en mi castillo y salir solo de noche  escondida bajo una gran capa a las tabernas como el Orlando de Woolf y un día irme allí, en uno de sus sótanos, sin que la servidumbre sepa cómo, ni de qué tal vez por un golpe en la cabeza, en la oscuridad tal vez de inanición o de tristeza. Morir anónimamente, como esos antepasados que pusieron su granito de arena para levantar esta inmensa ciudadela  enterrarme y salir 20 años después como las cigarras, solo para morir 24 horas son suficientes para vivir en el mundo.  Apagar todo, borrarlo todo, solo escuchar aullidos de lobo y el rugir del viento en las copas de los árboles salir de este mundo que invade, que ensordece solo oscuridad y silencio, como debe ser en el fondo del mar como debe ser la muerte, tan esperada.

Nosotros y las cosas

 Hace seis meses y dos días que murió mi gata y todavía rondan por ahí algunas de sus cosas -que ella no compró ni pidió, por supuesto-, pero que yo como humana, como habitante del mundo material consideré imprescindibles para nuestra convivencia. Sus platos, su juguete, su cepillo con algunos de los pelitos todavía enredados (que me hacen pensar en la locura de que su ADN puede serme útil si algún día se inventan una manera de revivir a quienes tanto extrañamos) me la recuerdan, me hacen suspirar y soltar a veces unas lágrimas, pero sobre todo me sumen en la tremenda incapacidad de deshacerme de ellos, como si al hacerlo borrara su memoria de mi vida. Así pasa con muchos objetos que conservamos: algunos que nunca hemos usado pero esperamos hacerlo algún día; los que quisimos mucho o aprovechamos en su momento y ya no funcionan o no nos son útiles, de los que no nos atrevemos a salir; los que nos evocan momentos felices o tristes, los recuerdos de viajes que hicimos, de personas que pe

Confesión

 ¿Qué son las letras para mí, además de la vida? Sé que suena tonto, ingenuo, rebuscado, cursi... Pero, ¿qué habría sido de mí si de niña no hubiera leído cualquier libro que tomé de una biblioteca poco selecta devorándolo como un hambriento a un pedazo de pan duro, y no se me ocurriera en ese instante pensar que alguien en un pueblo infame y polvoriento como yo podía garabatear cosas en un papel? Cosas que me pasaban, que me dolían, que me angustiaban. ¿Qué hubiera pasado si a los 9, a los 12, a los 15, a los 18 y de ahí en adelante a cada hora y en cada día de mi vida no hubiera tenido este pensamiento:  tranquila, ya lo escribirá, solo tiene que esperar un poco para hacerlo y todo se verá más claro ?  ¿Qué destino trágico me hubiera aguardado esas noches en que miraba por la ventana de un doceavo piso y contemplaba los pinos sobre los que se destrozaría mi cuerpo antes de caer al suelo, si no hubiera sacado el viejo cuaderno de debajo de mi almohada para escribir hasta que el sueño

Pensar la política

Si como nos han enseñado la palabra proviene del griego Politiká "asuntos de las ciudades" ( polis =   ciudad), la política, al menos en Colombia, ha perdido ese componente principal de su vocablo: ser el medio para alcanzar propósitos sociales, el bienestar común, y se ha convertido en la satisfacción de pequeñas (y grandes, en el caso de los que la utilizan para enriquecerse groseramente) necesidades propias. Eso explica por qué muchos venden su voto por un contrato de trabajo (o  la posibilidad de acceder a uno), por una bolsa de mercado o de cemento, por una cantidad en efectivo. Se lo vende porque hay quién lo compre; se lo empeña porque es mejor pensar en uno que en una masa amorfa a la que le llaman sociedad y que poco o nada puede hacer por nosotros cuando tenemos dificultades. Se vota para colmar una carencia, un apremio básico -a veces mínimo- y se transa barata , la consciencia. De ahí en adelante poco importa lo que pueda pasar o hacer ese político a quien contrib

Tenías que haber sido eterna

 Ahora llegar a la casa es solo eso No estás detrás de la puerta No hay maullidos de reclamo como bienvenida Tumbarse en la cama a ver tv no es más que eso Nada de roces tibios ni suavidad de algodón Se callaron los ronroneos  La cercanía tranquilizante Sin poder acariciar tus orejas estoy un tanto más huérfana Tenías que haber sido eterna.

La fuerza de la vida

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 Hace algunas semanas un psicólogo dijo en televisión  "los colombianos tenemos que ser muy resilientes*, de otra manera no se explica que sobrevivamos en situaciones tan adversas" . Puede que nuestros gobernantes y algunos fanáticos nacionalistas no lo reconozcan, pero un grueso de los habitantes de este país carece hasta de lo que se considera un mínimo básico en otras tierras, como el derecho a la vida, a la salud y a un trabajo y vivienda dignos.  Podríamos agregar que todos los humanos somos resistentes, pues no solo aquí subsistimos en condiciones precarias, ¿Acaso alguien entiende cómo esas mujeres y niños en África que sobreviven sin agua ni alimentos caminan, ríen y hasta bailan aferrándose a ese hilo de vida que les queda en circunstancias tan agrestes? Las demás especies también lo son y hasta la tierra misma o ¿esos animales maltratados, afectados por fenómenos de la naturaleza o manos humanas que se levantan de la muerte, los bosques que reverdecen después del in

Una prueba de amor

 Dijeron que no mejorarías, que el paso del tiempo se sentía en tus órganos, que tus riñones ya no funcionarían como antes... Había tres opciones de tratamiento y yo, preocupada pero "pragmática", me decidí por el más "económico". Juro que intenté hacerlo todo y no olvidar darte tus medicinas; que aunque me dolió compré ese medicamento costoso -que tal vez haya sido un placebo, porque resultó ser homeopático- y vi cómo el del dolor te mejoraba el ánimo y el apetito; un día ya no los toleraste más y te empeñaste en devolverlos una y otra vez, con tanto empeño como el que yo le ponía a repetirte la dosis devuelta. Te empecinaste, dejaste de comer y de beber, te encerraste en ese cuarto sucio y oscuro de donde no volviste a salir por tus propios medios. Estabas muriendo y me negaba a aceptarlo. Cada día de diez me levanté esperando que estuvieras en el patio disfrutando del sol o que hubieras partido durante la noche, para no tener que enfrentar la triste decisión de t