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Mostrando entradas de agosto, 2013

Este loco invento

Ya no puedo recordar cómo era mi vida antes; tal vez al levantarme y después de servirme el café prendiera la radio o el televisor; es posible que leyera el periódico o simplemente mirara por la ventana o hablara con las personas que vivían conmigo. Puede que no lo sepa, pero estoy segura de que no soy la única. Y es que, ¿alguien sabe cómo nos comunicábamos con los familiares o amigos que vivían lejos? ¿Qué hacíamos con nuestro tiempo muerto, ese en que no estábamos trabajando, estudiando, durmiendo o enamorándonos? Me dirán que usábamos el teléfono, hacíamos visita, íbamos al cine o nos sentábamos en una panadería a tomar café o gaseosa con pan. Pero para bien o para mal, nuestra existencia nunca será la misma: Internet se ha adueñado de ella y de nuestro tiempo. Tenemos a la mano desde pornografía hasta noticias de todos los rincones del mundo; desde vídeos de artistas desaparecidos hasta películas que aún no han llegado a los cines; desde recetas de cocina hasta la muerte de

Creo que he cumplido

Porque estoy en este mundo sin haber pedido venir Mi único deber es conmigo mismo Hacer por mí lo que mis padres y nadie pudo Buscar los esquivos momentos de tranquilidad evadiendo la desgracia. Aunque no  todo dependa de mí No necesito a otro a quién hacer feliz Puedo intentarlo conmigo Dejemos a los no nacidos quietos en la nada del no ser En la absoluta paz.

De mí

Soy repetitiva, hay ciertos temas que me obsesionan y sobre los que vuelvo una y otra vez: religión, política, maternidad... Sobre la primera no tengo -ni creo que tenga en el futuro- algo bueno qué decir; con respecto a la segunda, reafirmo mi posición “de extrema" recalcitrante y acerca de la tercera, aunque siento que no he dicho suficiente, prolongaré ese placer para otra ocasión. Últimamente le he dado vueltas a la cuestión del cambio y lo retomo porque algunas personas que dicen tenerme cierto cariño han reclamado mi tendencia a hacer o decir cosas “impropias" para mi edad. A los que dicen que a los cuarenta no queda bien ser revolucionario y menos “de palabra", sólo puedo replicarles que parte de crecer, para mí, es adquirir una voz que “ni de fundas" podría haber tenido a los veinte, cuando mi mayor preocupación era a quién se lo daba. Haber vivido me permite tener una posición frente al mundo, y sinceramente, no encuentro una razón válida para estar