Poemas de pandemia
En las noches galopa en el pecho como cien caballos huyendo en estampida
De día enfría las manos y baja en pequeñas gotas por la espalda
Siempre ha estado allí
Agazapado en las sombras de la ventana en las noches de terror
Repitiéndose en el eco de las letanías a los muertos
Sentado en la silla del profesor
Detrás de la mueca de burla de los niños cuando alzaban la falda para ver los calzones de las niñas
Amenazando con la correa gruesa del padre en la mano desencajada por la ira de la madre
Actuando como juez cuando se descubrían los placeres del cuerpo
Se burló al subir a todos los aviones
A la hora de amar recordó siempre que la felicidad era ilusoria
Me ha perseguido sin descanso por cada resquicio del sueño
No crecí con miedo
El miedo creció dentro de mí
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Las calles solitarias tienen ahora el olor de la muerte
No porque antes no lo tuvieran, con tanto que aquí se mata
Pero ahora hay algo que nos hace alejarnos de los otros
Más que antes, que siempre
Los gatos son los únicos que permanecen impávidos,
Se acuestan en mitad de la avenida como si nada pudiera dañarlos
Los perros sucumbieron al pánico
Será por lo apegados que están a sus amos.
Yo miro por la ventana como una vecina fisgona
Tengo cuarenta y seis y mi pelo se ha puesto blanco de repente.
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La hormiga construye su casa indiferente a los pasos de los transeúntes
Cava y saca bolitas de arena que deja en el andén
Su casa está dentro de la tierra y esos tres segundos que demora a la intemperie destrozan mis nervios
Temo que el incauto, el descuidado, el temeroso o el cruel la aplasten con un pisotón
Tanto trabajo para terminar por ahí desparramada
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Tengo que amarrar una cuerda a mi dedo para recordar ser feliz
Hubo un tiempo en que era natural, pero eso quedó atrás
Ahora las comidas son medidas con un aparato complejo que calcula la circunferencia del tubérculo
Y da el peso exacto en gramos de la carne
Las afugias de antes ya solo provocan risa
Y la risa es tan esquiva que debe buscársela en las páginas de tiras cómicas del periódico
El mundo ya no es lo que era y la felicidad no asoma
En cambio la parca espera pacientemente en una silla de la alcoba
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¿Dónde están los hábitos de las monjas que me recibían en la puerta del colegio?
¿Permanecen colgados en la habitación a la espera de un mandato?
¿Desaparecieron o se llevan por dentro para no despertar sospecha?
¿Dónde están los terrones de azúcar que parecían eternos?
¿Dónde las manzanas acarameladas de los circos?
¿Y a dónde fueron los circos, plagados de hombres y mujeres escuálidos, como los tigres y elefantes que llevaban de un lado al otro?
¿Dónde está esa niña que creía en la resurrección de los muertos y en la inmortalidad de sus padres?
¿A dónde fue la vida que se nos dio sin pedirla?
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