Una promesa
Me preguntaba si eso que sentía era amor u otra cosa; tal vez es solo una pasión me decía, al tiempo que pensaba: ¡pero no puedo ignorarla, la pasión lo es todo! Y me veía a mí misma como una de esas protagonistas de las películas que soñaban con enredarse en aventuras para escapar de sus rutinas, buscando beber de la fuente del amor que había dejado de fluir en sus vidas maritales. Traté de huir sin lograrlo al cabo de tantas semanas y tantos meses, que acabé por pensar que debía dejar de evadirlo y hacerle frente.
Entonces, intenté configurar en mi cabeza una relación que implicara olvidarme, no solo de las señales de alarma, sino de los hechos que entre los dos habían hablado tan fuerte y tan claro.
Fue cuando descubrí que no podía atrapar el humo y que esa pasión era, como el título de ese maravilloso libro de Sara Ahmed “La promesa de la felicidad": de una imposible y efímera como la llama de las luciérnagas; una solo presente en escasas ocasiones en las relaciones estables y casi ausente de aquellas que penden de un hilo, como solía ser la nuestra.
Sus besos eran la cuota inicial de esa promesa; sus palabras, la gasolina de ese fuego que crecía dentro de mí esperando la realización del tan anhelado momento de consumación de todos nuestros deseos juntos, los que nos habían sido esquivos en los años vividos, en las pasadas relaciones, en los amores fallidos. Él y yo por fin en nuestro lugar feliz, lejos de todo lo que pudiera hacernos daño, y sin embargo...
¿Cómo deshacerse de lo que está pegado adentro como una costra; lo que no puede blanquearse como un paño curtido, agazapado como está en una esquina del alma, cual una pequeña sombra que va creciendo alimentada por engaños imaginarios y rencores, despertándose cualquier día o noche convertido en un monstruo gigante y terrible?
Allí estábamos ambos, negándolo, intentando encajar una figura cuadrada en un hueco redondo, aferrándonos por temor al fin de lo que nunca empezó, de lo que nunca fue.
Hasta que terminó desvaneciéndose, como el vaho cuando se abre la ventana, liberándonos: eres libre. Soy libre.
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