Duelos
Tenemos la mala suerte de vivir en un país marcado por la Violencia, por una con V mayúscula y por muchas otras menos sonoras; un país que ha evadido hacer sus duelos, que ha pasado de una época atroz a otra sin siquiera haberse detenido a elaborar; un país, por tanto, con una salud mental de mierda.
Alguna vez, después de un buen rato de estar hablando con un adolescente sobre el tema, tuve, por fin, la brillante idea de preguntarle ¿sabes lo que es el duelo? Y él, algo dudoso -tal vez porque no le veía ninguna relación con lo que yo había estado hablando-, respondió: “sí, es cuando dos personas se citan para pelear". Una vez más, pensé, los psicólogos y esa patética costumbre de creer que todos saben de lo que estamos hablando.
La vida es un constante duelo, decía mi profesor de prácticas: por los seres queridos que se han ido, porque mueren o simplemente desaparecen; por nuestro cuerpo que muta constantemente; por los lugares que dejamos atrás; por los buenos momentos que nunca volverán a repetirse; duelos hasta por lo que no fue. Y la vida es, también, la manera como los resolvemos.
Si algo he aprendido de ellos es que los vives solo, son tú y tu pensamientos inmersos en esa marea de emociones, ideas, recuerdos... Es por eso que nadie vive un duelo exactamente de la misma manera que otro, nadie puede decirte cómo superarlo, nadie puede saber lo que sientes y hasta el más comprometido en ayudarte o acompañarte tarde o temprano se cansará, porque sentirá que no quieres hacerlo, o simplemente creerá que estás tardando demasiado.
He pasado gran parte de mi adolescencia y toda mi vida adulta de duelo en duelo por culpa del amor; ya en este punto me siento cansada de añadir nombres a mi prontuario, de que al final nada quede -más allá de las “experiencias"- y todo porque en algún momento, como una impronta, se me quedó grabada en el inconsciente la idea de que el amor era lo más importante.
De haber sabido lo inútil que era, no habría perdido tanto el tiempo y mi historia sería otra: más feliz, más productiva. Espero que las nuevas generaciones de mujeres puedan dar vuelta a esta estúpida torta y se emancipen del amor. Al menos del romántico, no del que delira por la vida, por los otros, por el universo.
De haber sabido lo inútil que era, no habría perdido tanto el tiempo y mi historia sería otra: más feliz, más productiva. Espero que las nuevas generaciones de mujeres puedan dar vuelta a esta estúpida torta y se emancipen del amor. Al menos del romántico, no del que delira por la vida, por los otros, por el universo.
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