Carta al presidente

Apreciado sr. Santos:

Debería comenzar con una frase de Chipi Chipi, la canción de Charly García: “yo nunca fui a New York, no sé lo que es París" porque yo, presidente, no he viajado por el mundo ni nací en cuna de oro como usted, aunque, al igual que la suya, mi familia fue liberal y luego, como usted, se volvió uribista. Pero lo que soy yo, nunca supe lo que era ser socio de un club, aunque unos primos que sí lo eran nos invitaban a mi hermano y a mí de vez en cuando a la piscina del suyo, uno de los más chichipatos de la ciudad, nada que ver con el Jockey, el Gun o esos clubes elegantes de Bogotá. 

Sepa presidente, que estudiar fuera del país como lo hizo usted nunca pasó por mi cabeza y menos durante el bachillerato, pues era algo imposible de costear para mi mamá, viuda y secretaria; tampoco pensar en tener carro (aún no lo tengo) o trabajar en el negocio familiar como la mayoría de los herederos de las familias ricas de todos los países, simplemente porque ese negocio familiar nunca existió. Entienda que yo no soy como usted, pero la mayoría de compatriotas tampoco lo son. Usted y su familia hacen parte de una minoría que, digamos que por méritos tuvo una vida distinta a la de los que a diario hemos sobrevivido con uno o dos salarios mínimos.

Debo decir que yo estudié en la Nacional y por cierto, no me volví mamerta; todo lo contrario, detesté durante mi permanencia allí las arengas izquierdosas pasadas de moda de mis compañeros de campus. Pero tampoco me hice derechista. Es por eso que en otras circunstancias no hubiera votado por usted, como lo hice para su segundo mandato, si no fuera por el deseo de ver a este país libre del conflicto armado.

Aunque la mayoría de nosotros, ciudadanos de a pie, no tengamos ni vayamos a tener injerencia en las grandes decisiones, eso no significa, señor presidente, que seamos bobos, aunque usted y la mayoría de los políticos nos consideren así. Yo no me trago entero sus declaraciones airadas, como una reciente en la que consideraba inaudito que se asesinara un opositor en Venezuela -como si aquí no hubieran asesinado a miles en elecciones y fuera de ellas- ¡Acababan de morir de desnutrición unos niños en la Guajira y usted decidió pronunciarse acerca de la falta de democracia en el vecino país! Una broma de mal gusto presidente, hay que saber por qué indignarse, hay que saber escoger las batallas, dicen por ahí.

Pero también sé que nada de lo que usted u otros políticos dicen es al azar, todo tiene un propósito, como la insistencia suya y de sus ministros en que se re abriera la represa del Quimbo. Me pregunto qué intereses entrarán en juego allí, como en la venta de Isagén. También me indigna que usted se haga el de la vista gorda con el uso descarado que hace el vice presidente de los recursos de la nación para hacer campaña política. Me asquea la manera en que él mismo y su Ministro de vivienda salieron a celebrar el triunfo de Peñalosa en la alcaldía porque, no hay que ser petrista para saberlo, ese ex guerrillero fue durante cuatro años la piedra en el zapato de los dueños de los negocios con los recursos públicos de nuestra querida capital. 

Disculpe usted si pareciera responsabilizarlo de todo lo malo que sucede en el país, no lo es, el término más acertado sería co-responsable, junto con varias generaciones de familias que sería muy largo nombrar. También sé que este sistema de exclusión macabro no fue invento suyo, ni la manera depredadora de acabar con los recursos públicos y entregárselos a las multinacionales mineras, el caballito de batalla de sus campañas; sé que parece muy preocupado porque el fenómeno del niño apenas está empezando y parece que tardará, le preocupa que derrochemos agua y energía... Pero ¿No le preocupa vender nuestros ríos, nuestros páramos, nuestras selvas a empresas extranjeras para que los exploten y sólo nos dejen contaminación y más pobreza? No entiendo presidente, parece usted inteligente, pero en muchos casos la inteligencia está ligada a una gran dosis de cinismo y también de soberbia. El inteligente tiende a considerar  a los demás como inferiores, se burla de ellos en su cara. Sin embargo, me resisto a creer que los políticos sean más inteligentes que nosotros los ciudadanos, los estudiantes y los científicos, los intelectuales, los artistas o los profesionales. Aún así me pregunto ¿por qué entonces son ustedes los que nos gobiernan? 

No quiero agobiarlo más presidente, aunque soy consciente de que nunca llegará  a leer esto. Entienda que muchos votamos por usted, no por su carisma de niño rico bogotano, ni por su habilidad para jugar poker y poner “cara de poker": lo elegimos porque deseamos que la guerra deje de ser un pretexto para que nos claven cada vez más impuestos y nos reduzcan cada vez más el salario y deterioren nuestras condiciones de salud, de trabajo y de vida. Usted y yo sabemos que la paz no llegará con la firma de un acuerdo entre el gobierno y las Farc o el Eln. Ese será apenas el comienzo del verdadero camino que culminaremos el día en que los políticos como usted dejen de mentirnos. Ese día sí cesará la horrible noche.

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