¡Nos están matando!

Uno creció viendo morir a los hombres en la guerra. Se acostumbró a que el papel de las mujeres fuera el de resguardar el hogar, educar los hijos y hasta sostener económicamente a la familia mientras el padre y los hijos estaban en el campo de batalla, más si estos llegaban a convertirse en víctimas fatales.

Así viví también la guerra en mi país: guerrilleros, policías y soldados morían a diario (interrumpida esta rutina con unas cuantas muertes de guerrilleras) y así conocí el sicariato, hombres o niños matando a otros hombres por unos cuantos pesos. Nunca pensé que presenciaría esta especie de doloroso equilibrio poblacional, que llegaría el momento en que morirían tantas mujeres como hombres. Lo veo cada día al hojear los periódicos y comprobar que muchas mujeres jóvenes, ancianas y niñas mueren, víctimas de abusos sexuales, robos, mutilaciones, torturas, a puñaladas, por balas disparadas por sus esposos, ex amantes, conocidos o asesinos a sueldo. Por deudas, venganzas, problemas pasionales o por estar inmersas directa o indirectamente en la guerra... Parece que ya no queda ningún tabú que prohíba a los asesinos matar mujeres (y lamentablemente tampoco niños).

En mi querido departamento comienza la semana y una señora de 58 años que acababa de llegar del vecino país fue muerta a tiros en la puerta de la casa familiar. Dos mujeres que al parecer tenían una relación sentimental aparecieron en el río que separa los dos países; una joven es hallada muerta en el patio de la casa que acababan de alquilar dos parejas hace pocos días; antes, una mototaxista que recibió una llamada de madrugada para hacer una carrera fue baleada y una señora dueña de una tienda y líder comunal también perdió la vida a manos de criminales.

Pareciera que la muerte se democratiza, que la parca está a favor de la igualdad de los derechos, que ya no somos discriminadas, al menos en el tema de la violencia. Al paso que va, al menos este país ya no tendrá que repetir el chiste de mal gusto de que a cada hombre le tocan siete mujeres. A este paso serán ellos los que deberán compartirnos y no sólo protegernos, sino luchar por nuestras vidas porque éstas, cada vez más, penden de un hilo.

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