De lo difícil de ser mujer
No lo noté mientras crecía, pero viéndolo en retrospectiva, el comportamiento de los hombres fluctuaba entre la agresividad y una especie de embelesamiento: algunos niños en el colegio nos alzaban la falda en los pasillos, nos hacían zancadillas o empujaban en el patio de recreo (y uno hasta metía en mi pupitre billetes de 20 pesos arrugados con los que yo no sabía qué hacer hasta que la mamá del misterioso filántropo se quejó con las monjas); según lo que nos dijeron esos niños estaban "enamorados" de nosotras. Los primeros años en un colegio mixto hicieron que sintiera miedo de los hombres: fue un alivio pasar luego a uno femenino.
Siendo adultos no deja de ser igualmente frustrante: hombres a los que supuestamente les gustamos que nos tratan mal o no nos hablan. Hay otros que practican el acoso disfrazado de piropos, "roban besos" o hasta jefes que te manosean detrás de puertas o escritorios, a los que muchas veces respondes con una sonrisa para no parecer problemática a pesar de lo mucho que te incomoda.
¿Cómo saber que lo que él hacía estaba mal si nadie me previno? ¿Quién diablos podía explicarle a ese abusador que no se trataba de una relación consensuada por el hecho de no resistirme si yo era apenas una niña? Mucho tiempo después de haber sentido tanta culpa, supe que él era el único responsable.
¿Se entiende por qué muchas nunca denunciamos o contamos nuestra historia después de muchos años? Porque teníamos miedo y sentíamos vergüenza.; porque creíamos que estaba bien o nos lo merecíamos; porque sabíamos que lo más probable era que termináramos siendo señaladas por "seducir" a los abusadores y no a ellos por lo horrible de sus actos.
¿Se entiende por qué muchas nunca denunciamos o contamos nuestra historia después de muchos años? Porque teníamos miedo y sentíamos vergüenza.; porque creíamos que estaba bien o nos lo merecíamos; porque sabíamos que lo más probable era que termináramos siendo señaladas por "seducir" a los abusadores y no a ellos por lo horrible de sus actos.
Tener que ponerte un prendedor para cerrar el escote, bajarte la falda para evitar las miradas, callarte a veces para que no te tilden de feminazi; pero también querer de vez en cuando ponerte minifalda o short sin ser tachada de puta. Desear también estar con la sin maquillaje y con el pelo alborotado sin que te importen las miradas y sin que familiares indiscretas te manden a “arreglar"; en fin, liberarnos de todas esas cargas adicionales a la ya pesada de ser consideradas intelectualmente inferiores, inestables emocionalmente, problemáticas y volubles.
Todas esas taras que nos impusieron y que muchas ven como normales, "porque así tenía que ser". Y la parte que aún no acepto: ponernos a las mujeres en contra otras mujeres, por miedo a que nos uniéramos Porque, que no se nos olvide: la sororidad es resistencia.
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