Una prueba de amor
Dijeron que no mejorarías, que el paso del tiempo se sentía en tus órganos, que tus riñones ya no funcionarían como antes... Había tres opciones de tratamiento y yo, preocupada pero "pragmática", me decidí por el más "económico". Juro que intenté hacerlo todo y no olvidar darte tus medicinas; que aunque me dolió compré ese medicamento costoso -que tal vez haya sido un placebo, porque resultó ser homeopático- y vi cómo el del dolor te mejoraba el ánimo y el apetito; un día ya no los toleraste más y te empeñaste en devolverlos una y otra vez, con tanto empeño como el que yo le ponía a repetirte la dosis devuelta. Te empecinaste, dejaste de comer y de beber, te encerraste en ese cuarto sucio y oscuro de donde no volviste a salir por tus propios medios. Estabas muriendo y me negaba a aceptarlo. Cada día de diez me levanté esperando que estuvieras en el patio disfrutando del sol o que hubieras partido durante la noche, para no tener que enfrentar la triste decisión de t