Liberada
Paranoica como siempre, creía ver en sus caras saturadas de polvo compacto una mezcla de lástima y satisfacción cuando me mostraban el álbum de matrimonio; también yo era un poco culpable por ser tan condescendiente y poner mi mejor gesto de ensoñación cuando veía las fotos junto al espejo de la sala cortando la torta y en el momento de darse el emocionado beso que sellaría la indestructible unión... En el fondo siempre pensaba ¿esto es lo que quiero para mí? Pero no dejaba traslucir la duda: tenían que creer que las envidiaba, eso sí, con pura envidia de la buena... La charla sobre bebés sí que no la podía aguantar, tenía que huir antes de que me mostraran uno a uno los años de dicha transcurridos desde el momento en que Dios las bendijo siendo mamás; yo que he sido niñera de primos, cuñaditos y hasta hijastras, sabía lo horrible que puede resultar tratar de satisfacer las necesidades de una criatura más irracional de lo normal... y ahí sí que no podía disimular. Un día decidí de