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Mostrando entradas de diciembre, 2016

Viaje por Venezuela

Llegué asustada al puente Simón Bolívar que comunica Colombia con Venezuela, los rumores de que la cosa estaba fea pululaban, eso sí, el flujo de gente que iba y venía de uno al otro lado -a pie- era abundante. A lo largo del puente varios se ofrecieron a llevar las maletas en carritos de mercado por 5 mil -a estas alturas no sé si pesos o bolívares, diferencia importante-; decidí echar a andar con la mía a cuestas mientras cuadraba con un taxista que se ofrecía  a llevarnos hasta el terminal de San Cristóbal por 2.500 Bs cada uno, cuando otros pedían 5.000. Mintió cuando dijo que el carro estaba a dos cuadras, caminamos más de cinco hasta llegar a él, un Malibú viejo que suele ser utilizado en estos menesteres y, entre otras cosas, para transportar gasolina. Nos embarcamos, el viaje se hizo placentero, con poca cola y sólo tres pasajeros -nosotras-, más el chófer.  Llegar a San Cristóbal -bastión de la oposición- y dirigirme a almorzar después de haber asegurado el pasaje hacia Carac

Mutismo selectivo

El silencio de una profesora de los Andes sobre el caso de Yuliana Andrea Samboní Suceden cosas horribles en este mundo. Suceden cosas horribles en mi país. Hemos visto en el transcurso de muchos años homicidios, masacres, descuartizamientos, violaciones y empalamientos. Acabamos de pasar una semana plagada de noticias cada vez más escalofriantes sobre el rapto, maltrato, abuso sexual y asesinato de una niña indígena desplazada de 7 años, al parecer, perpetrado por un individuo perteneciente a una familia prestante. Los detalles son aberrantes. La rabia y el afán de venganza expresada en el muro de lamentaciones en que se han convertido las redes sociales no se ha hecho esperar. En el trasegar por mi página de facebook tropiezo con un estado que dice: "A los colombianos se nos va la vida de indignación en indignación". Nada más cierto y también el que nos sintamos aliviados sólo por el hecho de expresarla sin pensar siquiera en que algo debe hacerse para que esto no si

Revelaciones

De pronto, esta pitonisa de la calamidad despierta llena de certeza, aunque se haya acostado deseando abrir los ojos diez años después, con los muertos de la posguerra ya contados para no tener que vivirlos cada día desde un lugar distinto, con un rostro, una edad, un nombre y una historia de lucha particular, terminados igualmente a bala en una calle cualquiera de esta tierra salvaje. Esta rapsoda de la tristeza sabe que esas familias están llorando a su ser querido, pero ella los padece a todos y arrastra su duelo perenne; porque aunque diga odiarla, ama esta tierra exhuberantemente bella y tan perversa como una Lucrecia Borgia con alpargatas y sombrero vueltiao; sobre ella ha sido groseramente feliz y amada, sus sabores y olores han deleitado aun sin quererlo cada uno de sus sentidos y esa savia deliciosa y maldita recorre sus venas y habita en su saliva, se transpira en su sudor y sale por sus desechos, volviendo a entrar cada día con cada respiración, con cada mirada aterrada