En una entrevista reciente Rodrigo Londoño Echeverry, quien durante sus más de 40 años de vida armada usó el alias de Timochenko -aunque más el apócope "Timo" como el mismo reconoció-, insistía en que se dijera su nombre, así completo, con su patronímico y sin que faltara el apellido de su madre (o el del padre de su madre, que es como es) y con ello reafirmaba esa nueva persona que hoy es, comprometida con un proceso de desarme y de lucha sin violencia. No son solo los seudónimos de la guerra, también están los del amor (como rebautizamos a nuestro ser querido) y los de la escritura; los alias de los más buscados, los nombres de los hijos deseados y el nombre del muerto en el recién nacido (como es el caso de muchos, incluidos famosos como el escritor Ernesto Sábato: "Y me pusieron el nombre de un muerto..."); los nombres de las personas, el Nombre del Padre y del Hijo de los cristianos; los nombres de las cosas, de los animales, de todo lo que es -porque en es