Recuperar el nombre

En una entrevista reciente Rodrigo Londoño Echeverry, quien durante sus más de 40 años de vida armada usó el alias de Timochenko -aunque más el apócope "Timo" como el mismo reconoció-, insistía en que se dijera su nombre, así completo, con su patronímico y sin que faltara el apellido de su madre (o el del padre de su madre, que es como es) y con ello reafirmaba esa nueva persona que hoy es, comprometida con un proceso de desarme y de lucha sin violencia.

No son solo los seudónimos de la guerra, también están los del amor (como rebautizamos a nuestro ser querido) y los de la escritura; los alias de los más buscados, los nombres de los hijos deseados y el nombre del muerto en el recién nacido (como es el caso de muchos, incluidos famosos como el escritor Ernesto Sábato: "Y me pusieron el nombre de un muerto..."); los nombres de las personas, el Nombre del Padre y del Hijo de los cristianos; los nombres de las cosas, de los animales, de todo lo que es -porque en este mundo de lenguaje lo que no es nombrado no existe-: todos los nombres importan.

Recuperar el nombre de soltera de la que fue casada; usar por fin el nombre de la o el que siempre quiso ser la persona trans que se rebautiza; nombrarse cada semana con los nombres de las amigas o de sus muñecas la niña o súper héroes el niño; el nombre del ser amado en el cuaderno; el nombre de la madre, la abuela, del hijo en el tatuaje; nuestra vida es nombrar y ser nombrados: la nuestra es una vida de nombres.

Que Rodrigo Londoño Echeverry clame por ser llamado con el nombre que le dieron sus padres es una reafirmación de su compromiso con la paz que dice querer construir. Que Jesús Santrich e Iván Márquez no hayan abandonado sus nombres de guerra tal vez debería decirnos algo. Que el actual presidente del partido Comunes confiese que abogaba por un cambio de nombre que no recordara los excesos de esa guerrilla en el conflicto muestra su talante: a veces hay que empezar de cero y rebautizarse. 

Eso no borra la historia, pero la hace más fecunda a la siembra que esperamos algún día coseche buenos frutos.

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