Volver

Afuera el sol calcina las copas de los árboles que se mueven frenéticamente al vaivén de los vientos de agosto.

Adentro ella me mira y parpadea un par de veces antes de caer presa de la modorra del mediodía.

El silencio de la siesta lo invade todo y yo, que había perdido la costumbre, los siento respirar y pienso: voy a estar bien. Vamos a estar bien.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Los amantes

Soledad y libertad

Monogamia feroz