La solemnidad

Los seres humanos nos tomamos la vida, a nosotros mismos y a los demás muy en serio, sólo hay que observar la multitud de ceremonias que realizamos a lo largo de nuestra existencia como individuos y como especie: los juramentos militares, las graduaciones escolares, las conmemoraciones de fechas importantes para la nación.

La rigidez de las posturas, de los gestos augustos, de la música, si es que así se le puede llamar a los himnos y cánticos ceremoniales; los rituales de la vida y la muerte decretados por las religiones: bautizos, matrimonios, misas de difuntos. Todo eso rodeado por una atmósfera aburrida y rimbombante, muy distante de la verdadera vida que lleva al ser humano a regodearse en los placeres, en el carnaval y el desenfreno.

¿Pueden catalogarse como formas de control social, rituales de paso, ejercicios necesarios para recordar nuestra trascendencia en oposición a la inmanencia que nos desvía?

Al parecer las redes sociales han exacerbado nuestra tendencia a ser solemnes: si bien el humor ha salido de las caricaturas en periódicos, revistas, programas de televisión y se ha convertido en un ejercicio democrático a través de los memes y todo tipo de parodias en vídeo, lo solemne también se ha vuelto una característica de nuestro personaje ante los demás en las redes. 

Adultos indignados que exigen justicia para los delincuentes y denuncian la corrupción de gobernantes; jóvenes eufóricos que claman por el cuidado del planeta que llevamos siglos destruyendo;  políticos de todas las calañas vendiendo imágenes impolutas; personas “de a pie" que día a día se esfuerzan por construir una reputación a punta de mentiras y fachada. Todos preocupados por la imagen de corrección política, coherencia ideológica o éxito que les interesa proyectar, viendo enemigos en todos los que osen menoscabarla. Solemnidad que termina siendo reducida a una moda, a una ola de indignación, a una catarsis orgásmica y luego es evacuada, olvidada, reemplazada por una nueva.

La seriedad -valor inculcado a nuestros antepasados y aún exigida a las personas de bien- con la que se nos exige vivir y morir y de la que escapamos entre borracheras y estados alterados de conciencia gracias a las drogas, sumergidos en arrebatos de pasión, ira o de éxtasis religioso; el "portarse bien" reprimiendo los instintos naturales para agradar a la sociedad. Esa solemnidad que la niñez nos enseñó que no sirve para nada.

Deberíamos volver a los ataques de risa incontrolables de las izadas de bandera o los velorios, justo cuando el rector lanzaba con voz grave odas a la patria o la rezandera del barrio recitaba esas horribles letanías que los demás debían responder... Reír, para no morir.

Comentarios

  1. Pués no lo sé, con exactitud, pero en general veo a mucha gente desprevenida compartiendo memes mietras Cambridge Analytica gana las elecciones por Trump o se inundan de noticias falsas los muros. Más que gente seria, veo gente ignorante que poco piensa o piensa desde las cucarachas que tienen en su cabeza y esas son las que deciden ahora el destino de Europa, EEUU. suramerica. Las ultraderechas que solo piensan en lo inmediato al coste de la destrucción de un planeta o de la pérdida de los derechos humanos que es lo poco que nos queda de dignidad como raza.

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  2. La solemnidad o la seriedad no necesariamente son profundidad, son posturas adoptadas e impostadas, más bien. Lo que falta es reflexión y por supuesto, acción, la que no vemos en la calle cuando es hora de votar. Gracias por opinar, amigo.

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