Soñar
Llevo un rato observándola dormir, como tantas otras veces. Mi gata se estremece, sus bigotes parecen convulsionar, su boca hace ademán de mamar y pienso en si ella y ellos (perros, gatos, leones, chimpancés) soñarán, si aromas de su infancia podrán aparecer en sus etapas profundas de sueño. Si por poseer, al igual que nosotros, un sistema nervioso desarrollado, habrán de tener consciencia e inconsciencia. La veo y me hace feliz pensarlo, pero también me compadezco de quienes dicen no soñar (¿será eso posible?) pues ¿habría otra manera de soportar la realidad si no nos hundiéramos cada noche en ese mundo onírico en el que reminiscencias del pasado, amores ya lejanos, personas que hace mucho dejaron este mundo o nosotros mismos aparecen, viven, actúan como si fuera una realidad paralela, otra vida nuestra de 6, 8, 10 horas -según sea el hábito de sueño de cada uno-? Definitivamente soy una soñadora. Pero no de esas de día, en el mundo diurno soy más bien una escéptica de la vida que no