Fuera de lugar
Vivimos en una época saturada de ruido, eventos, celebridades, productos, entretenimiento; pero estamos cada vez más solos, cansados, distraídos y aburridos. No sé si atribuirlo a la edad, cada vez siento menos deseos de salir de la casa -a menos que sea para ir a un lugar silencioso y rodeado de verde-: la idea de deambular por terminales de buses o aeropuertos atestados me genera una angustia tremenda; imaginar en cada lugar en el que me quiera tomar una foto a un enjambre de seres con el mismo deseo con sus bermudas, gorras, botellas de agua, su ruido incesante y basura tecnológica me hace no querer ya conocer la torre Eiffel, la Fontana de Trevi, el Peñón de Guatapé o las pirámides de Chichen Itzá. Aunque, ¡a quién engaño! Tampoco iba a tener nunca el dinero suficiente para ir a ningún lado; tal vez esta amargura no sea más que un consuelo de pobre. Tampoco me interesan ya los conciertos multitudinarios (y pensar que a los 18 hice hasta colecta para ir al que sería el primero, de