Las manos del abuelo
- ¿Seguro que no me va a doler? Preguntó Marianita mirando los dedos gruesos y gigantes de su abuelo, quien con un pedazo de algodón en una mano y el tarro de Merthiolate en la otra se aprestaba a curar la rodilla herida. - No sólo no le va a doler, mi muñequita, sino que no le va a quedar ninguna cicatriz y va a poder ir al reinado en Cartagena. Y efectivamente no dolió, como pasaba siempre que le curaba algún raspón, cortada, reventada o chichón. Sus manos eran expertas en sanar. -¿A dónde iremos hoy, nonito? -Vamos a viajar a las tierras de las mil y una noches; recorreremos los desiertos majestuosos, las mezquitas imponentes, veremos los castillos rodeados por frondosos jardines de árboles frutales; pasaremos por las tiendas de los nómadas y los mercados abarrotados de dátiles y todo tipo de telas bordadas en oro; volaremos en alfombras mágicas y aspiraremos los perfumes de las princesas cubiertas de delicados velos; acariciaremos caballos de elegantes crines y brillante pelaje; e