¿Nos están quedando pequeños?
De ninguna manera apoyo las tesis absurdas de que el feminismo perjudicó a las mujeres (y, de manera aún más ilógica, a los hombres), pues si bien el haber obtenido logros como el acceso al trabajo y a nuestros bienes no nos ha liberado de las obligaciones domésticas, que siguen siendo mayores en casi todos los casos -lo cual no es precisamente culpa del feminismo sino del machismo que persiste-; pero uno ve a un montón de diosas inteligentísimas, que se siguen cultivando, estudiando maestrías o doctorados, viajando solas o con amigas, independientes económicamente, que han ido o siguen asistiendo psicoterapia, conscientes políticamente... Mientras sus novios o esposos, si los tienen, y los hombres a su alrededor parecen haberse quedado muy atrás con lo que aprendieron y el patriarcado les dio: con sus mismas creencias y posturas de siempre, que se niegan a salir de sus zonas de confort y piensa "¿en qué momento se quedaron tan rezagados? ¿Es por miedo a enfrentarse con sus carencias, por el orgullo de perder sus privilegios que se quedan estáticos, como tercas mulas que se niegan a seguir avanzando?"
Lo peor es que así son aceptados y amados por ellas, quienes aunque sean profesionales exitosas siguen llevando la carga más pesada en la relación (fenómeno que se ha llamado mankeeping), pues son las responsables de que haya comunicación asertiva, están al tanto de cosas importantes como las discusiones incómodas y la necesidad de trabajar en la relación, de las celebraciones y los planes y, en general, son quienes sostienen emocionalmente a sus parejas sin recibir el mismo soporte por parte de ellos. Lo sorprendente es que, a pesar de saber que estos no asumen las mismas responsabilidades, siguen buscando la realización en las interacciones con los hombres tal vez por validación, presión social, temor a estar solas, compañía o sexo, pues sigue siendo muy fuerte la tendencia a idealizar a la pareja heterosexual tradicional.
También porque son conscientes de la cada vez más lejana posibilidad de construir vínculos significativos y que persistan en el tiempo en esta época de redes sociales e innumerables sitios de citas que nos empujan a un cada vez mayor consumo de relaciones desechables, sexo rápido, química que desaparece después de una salida y la tendencia a rechazar lo que no se ajuste a nuestras preferencias; con una ley del cada vez menor esfuerzo por cultivarlas, especialmente en lo que se refiere a ellos, pues la oferta de cuerpos es tan abrumadoramente numerosa y variada que las personas y sobre todo las mujeres, terminan convirtiéndose en objetos descartables.
Así que, se prefiere un hombre poco o nada deconstruido o consciente aunque su única cualidad sea querer estar, siempre con la idea ilusa de que si nos esforzamos más podríamos convencerlos de cambiar, aunque eso implique estar esperando algo que nunca va a convertirse en realidad y que implica un esfuerzo mayor que el de quedarse solas o cultivar otras relaciones, incluida una más sólida con nosotras mismas.
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