Carta para el día después

 ¿Cómo describir esa última vez? Solo sé que miraba hacia afuera y veía un callejón sin salida, tan desesperada me sentía... No sé cómo logré librarme y llegar a sitio seguro, si sabía que aunque luchara con todas mis fuerzas las suyas me doblaban. 

Pero lo hice y no quiero volver a estar en esa situación en la que poco después de decir que me amaba fuera capaz de violentamente de tantas maneras, arrancándome el teléfono de las manos, insultándome, amedrentándome, haciendo cosas que luego solo justificaba y relativizaba...

¿Cuántas veces pasó y delante de cuántas personas conocidas y no? No vale la pena enumerarlas, es por el alcohol sí, por su problema con él, pero es mucho más: son sus inseguridades y la relación que se estableció entre nosotros; tal vez son los años de diferencia los que hacen que sea imposible, porque soy una especie de reto, de trofeo, no importa con cuántas hable, soy la experimentada, la que ha amado a otros antes que a él y con los que se quiere igualar, a los que quiere borrar de mi mente para quedarse solo en un absurdo trono construido sobre desafueros y torpeza... Parece que no hay igualdad ni tranquilidad posibles, nunca podrá ser una relación sana ni feliz. Siempre apelará a la lástima, a conmover con sus escritos, sus caritas tristes, con su supuesto sufrimiento, rogando y buscando hacerme flaquear.

Quisiera que no me importara, que no me doliera su dolor y así poder estar tranquila con mi decisión, pero no, me afecta: pienso en él y en sus palabras, sé que son sinceras al igual que sus intenciones, pero algo superior no le permite estar tranquilo y por ende tampoco a mí. Pensé que no tendría la capacidad de llegar a un límite y sin embargo aquí estoy, sintiendo que necesito cerrar ese capítulo para avanzar, para ser feliz con mi vida tal como está, sin los fantasmas del pasado y sin el miedo terrible a la soledad que he arrastrado por décadas. Quiero buscar la tranquilidad en mí, no en otro, y no quiero seguirle dando a nadie el poder de robármela: quiero ser yo de aquí en adelante quien lleve las riendas, ¡por una puta vez en la vida!

Siento mucho todas las veces que lo desvaloricé, que lo hice sentir insuficiente, despreciado o despreciable: le pido perdón por cada lágrima, por cada mala noche o día; siento no haber podido hacerlo feliz y serlo con él: lamento infinitamente nuestra mutua torpeza.


Le desearé lo mejor siempre.

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