No soy atea... ¡soy politeísta!

No sé debido a qué intereses económicos el imperio romano terminó claudicando frente a la poderosa iglesia monoteica (me gusta más esta palabra), lo cierto es que, si lo pensamos bien, eso hizo que de ahí en adelante la religión y la vida se hicieran muy pero muy aburridas.

Es por eso que, dentro del cuantioso tiempo que he dedicado a pensar y a cuestionar al dios del cristianismo y a todo lo que lo rodea, he terminado por crear en mi vida una especie de agnosticismo salpicado de politeísmo -como el que practicaban los griegos y romanos-, donde conviven una multitud de dioses semihumanos, con poder sobre los diferentes elementos pero que en ciertos casos comparten con nosotros los mortales la incapacidad para intervenir o cambiar ciertos acontecimientos. Me seducen mucho más estos seres  imperfectos, tan mundanos, que no son todopoderosos, que la mayoría de las ocasiones tienen que presenciar impotentes las catastrofes causadas por ellos o no por las que tienen que atravesar sus "hermanos menores" (como dirían nuestros parientes indígenas), sin poder cambiar las circunstancias, ni poder hacer nada para ayudarlos...

Me gusta más creer en una diosa Gea que domina lo tierra, un dios del sol (Helios) o de los océanos,  uno de la guerra, etc. Cuyos fundamentos son al menos concretos, más que  en uno omnipotente, omnipresente y omnisciente que aún así se queda estático, se deleita  con el sufrimiento teniendo todo el poder para erradicarlo, un dios “bueno" que no evidencia por ninguna parte su bondad...

En fin, que si como dicen las abuelas hay que creer en algo, prefiero creer en esos dioses sensuales,  aunque en realidad -y tal como se supone que ya lo habría hecho la humanidad-, yo ya he superado esa etapa animista y primitiva en la que las deidades son necesarias para explicar el mundo, porque entendí que no tiene sentido preguntarse el por qué de algo que simplemente no tiene respuesta. Aún.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Los amantes

Soledad y libertad

Monogamia feroz