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Mostrando entradas de 2012

¿Qué nos pasa?

Hay momentos en los que desearía haber sido golpeada por algo muy fuerte en la cabeza y estar en coma, en medio de una discusión familiar sobre si me quitan los tubos o no... Que perdonen mi poca sensibilidad pero hay días en los que deseo la muerte o pienso en ella como la única solución posible y no porque sufra de alguna enfermedad catastrófica. Sé que parece blasfemia pero es que cada vez más me cuesta soportar tanta estupidez. Nunca pensé que me acercaría a los cuarenta siendo una persona amargada, creí que estaría feliz y realizada... Nunca imaginé que terminaría repudiando instituciones tan sagradas como la iglesia y la familia... Nunca intuí que un tema que de niña me pareció tan misterioso y cierto como  la existencia de dios terminaría siendo motivo de conflicto, de rechazo hacia todo lo que me fue inculcado cuando no tenía posibilidad de resistir... Estoy segura de que algo funciona mal en mí y tal vez si cayera en manos de un psiquiatra no tan brillante me diagnost

Mi camino de Santiago

Mi amigo Juan -quien vivió en España- alguna vez mencionó que, debido a todas mis cuestiones sin resolver,  yo era buena candidata para hacer el Camino de Santiago: un recorrido que gente de todas partes del mundo hace, en algunos casos como una especie de penitencia para liberarse de alguna pena y cuya idea es que cuando se llega al final, al cabo de varios meses, el dolor habrá desaparecido. Muchos lo hacen sólo por curiosidad, otros para encontrarse a sí mismos, lo cierto es que es imprescindible no llevar mucho dinero ni provisiones y en lo posible sobrevivir de lo que la naturaleza o la gente de los alrededores pueda proporcionar.  Lo recordé cuando sin saber de qué se trataba entré a ver la película "El camino", que es la historia de un padre gringo (Martin Sheen), quien se ve empujado a terminar el recorrido que desde Francia su hijo (Emilio Estévez, quien lo es también en la vida real) ha iniciado hasta Santiago de Compostela y ha sido interrumpido por un acciden

Esta vida es una mierda

Odio decirlo pero soy feliz... Soy feliz porque estoy sufriendo, porque he sufrido, soy feliz porque alguien sufre por mí y porque a pesar de estar sola, enterrada en mi cueva, a veces, cuando asomo la cabeza, el mundo parece volver a girar. Quisiera decir que no me importa que los que se fueron se hayan ido, quisiera decir que lo he superado todo y que estoy al otro lado pero sería una gran mentira, ahora es cuando mi vida empieza, como cada día, con lo que gané y perdí, con lo que ganaré y perderé, con lo que con tristeza dejaré atrás. Por ahora hay un vacío que llenar y creo que lo llenaré de mí. 

Nuestra querida capital

Llamada pretenciosamente "La Atenas Suramericana" y coloquialmente -especialmente por sus propios nativos- "La tenaz suramericana", se jacta de ser la cuna de la cultura y el entretenimiento: llena de intelectuales, artistas, celebridades y centros comerciales, la ciudad que tanto amamos alguna vez y su gente son una completa farsa. Creímos que por su dicción "correcta" (nos vendieron que incluso los ñeros pronunciaban muy bien el español) los rolos eran gente educada y amable; luchamos contra su fama de hipócritas alabando su "diplomacia"; celebramos su humor negro -parecido al británico- y la elegancia al vestir, con sus gabanes y bufandas, porque eso sí era tener estilo, pero... Ese arquetipo se desmoronó en pocos días cuando, décadas atrás y deseosa de vivir la experiencia universitaria me topé con una gente grosera y mala leche, reforzada en su rudeza; que funge de educada y diplomática pero está llena de falsedad, creyendo vivir en

Producto de su tiempo

Cada vez con más frecuencia y ante eventos como el acontecido en una universidad de mi ciudad donde una elección (o reelección) de rector fue determinada por el ofrecimiento de arreglo de notas y entrega de becas, las personas "conscientes" nos llenamos de indignación, nos rasgamos las vestiduras y arremetemos contra la juventud de este tiempo en este país delirante: que si son cómodos, irreverentes, irrespetuosos, ignorantes de lo más básico... Y por supuesto que tenemos razón, son todo eso y mucho más. Pero seamos claros, no son más que lo que la sociedad quiere que sean: seres poco profundos, consumidores insaciables, hedonistas, corruptos; seres sin moral, sin dignidad, sin un asomo de vergüenza ni pudor; facilistas, sin noción de sacrificio, incapaces de considerar a alguien más que a sí mismos, indiferentes hacia todo lo que implique un esfuerzo o molestia para su acomodada vida... Este fenómeno se viene gestando hace unos cuantos años -más de veinte-, porque

Mi vida

No entender nada. Aburrirse con la gente. ¿Por qué soy distinta? Odio a todos.  Una  noticia a medias.  Un  día inolvidable.  Ir al aeropuerto.  El vestido adecuado.   ¿ Volveré a verlo?  Está  en mis sueños.   ¿Le dolió dejarme?  Algo se rompió.   Batallas campales. No espero nada. Miedo y culpa.  Pura  malcriadez .  Y el amor, ¿será esto?  Una  única alegría.  Pasar de agache. Florecer.  ¿Por qué lo hice? De nuevo sola ¿ Me equivoco siempre? Alcohol.  ¿Podré amar? Quiero morirme. No importa el tiempo. ¿N o  existes Dios? He  triunfado. Tú estás muerto.

Más huérfana que nunca

Una inocente niña tuvo la desgracia de mirar a la cara a Medusa y desde entonces se convirtió en una estatua de piedra. Quedó petrificada, los inviernos pasaron y no pudo disfrutarlos, tampoco las celebraciones, los proyectos, oportunidades... Todo pasó a su alrededor y ella sólo vio la vida seguir de lado como quien ve llover, siempre triste. Nunca pudo romper el hechizo, nadie pudo rescatarla; congelada en ese sitio vio ajarse su piel y encanecer su cabellera; su vientre nunca dio fruto y no supo lo que era la felicidad. Dio la espalda a la existencia y rechazó todo lo que Medusa representaba: odió a Dios y a su iglesia porque ella asistía religiosamente cada domingo; no quiso convertirse en madre por temor a repetir la historia; no pudo saber si lo poco que hizo fue una reacción a su autoritarismo o porque realmente lo deseaba; nunca se resignó a escuchar la frase lapidaria "usted verá, de todas maneras es la única que se va a joder la vida", la única respuesta po

Ya no

Ya eres parte de mi pasado. Ya no miro las fotos con nostalgia de los momentos vividos. Ya esa, la que sonríe contigo en esas fotos no soy yo, he perdido la inocencia, he dejado de creer que el amor era posible. Eres parte de mi vida, de los errores cometidos -no digo que seas un error-, sólo eres alguien a quien conocí y con quien solía pasar mi tiempo. Formas parte de un último intento por atrapar mi adolescencia, por eso estaba contigo, tan adolescente. Eres sólo ese niñito asustado y dirigido por su madre, eres ese niño con el que ya no quiero estar, al que extrañamente ya no extraño, al que sólo me unían la nostalgia y la lástima... Ya no, querido amigo, ya no.

Enloquecí

Mientras mi familia y unos cuantos ex se preocupan sinceramente por mi salud mental -y sexual- dada la inevitabilidad de mi soltería; mientras mis compañeras de generación me miran con horror y no conciben una vida desprovista de las alegrías de la maternidad, a la cual he renunciado; mientras todos parecen avanzar a una vida cada vez más madura, responsable y complicada yo me convierto en una ermitaña que habla de cosas raras (como que cada vez necesito menos cosas y personas alrededor para estar bien). Pensarán que estoy delirando, pero creo que la mayoría de actividades que hemos inventado para sobrellevar la existencia son absolutamente solitarias y por lo tanto no requieren de la presencia de otro. Un ejemplo es el cine: ¿necesito de un acompañante que me diga cuándo debo reír o que narre la película teniendo como tengo ojos y oídos? Y si comer es un acto individual (como defecar) ¿por qué debo pasar por la discusión sobre a qué lugar ir o cuánto le toca pagar a cada uno de l

Acerca de la guerra y la muerte

"La guerra, en la que no queríamos creer, estalló y trajo consigo una gran decepción"  frase de Sigmund Freud a propósito de lo que consideraba la pérdida total de los límites de la ética y la moral por parte de ambos bandos durante la Primera Guerra Mundial, que nos muestra cuán ingenuos podemos llegar a ser los seres humanos cuando reclamamos el uso de la fuerza para resolver las diferencias entre propios o extraños ignorando que esta nunca será una buena opción. Me pregunto si alguna guerra ha respetado las normas de la moral y las buenas costumbres: si así fuera no estaríamos hablando de guerra sino de otra cosa; ninguna ha tenido contemplaciones con el enemigo y siempre ha recurrido a métodos infames -el mismo Freud lo refiere- como envenenar las aguas o cerrar las entradas de alimentos a los pueblos sitiados... En tiempos máas cercanos hablamos del asesinato de civiles inocentes, del uso de sustancias que dejan secuelas a largo plazo como ocurrió en Hiroshima duran

Harta

De pensar, de pelear, de sentir culpa... De darme por vencida, de no hacer lo suficiente, de tener esperanza... De no creerme capaz, de llorar, de estar intranquila... De esperar, de oír mis defectos, de que sean verdad... De estar viva, de pensar en la muerte, de temerle...  De no encontrar una salida, de creer en finales felices, de esperar a que sucedan... Tal vez, en realidad -como diría Charly- no estoy tan harta. Tal vez sea esta ciudad...

Liberada

Paranoica como siempre, creía ver en sus caras saturadas de polvo compacto una mezcla de lástima y satisfacción cuando me mostraban el álbum de matrimonio; también yo era un poco culpable por ser tan condescendiente y poner mi mejor gesto de ensoñación cuando veía las fotos junto al espejo de la sala cortando la torta y en el momento de darse el emocionado beso que sellaría la indestructible unión... En el fondo siempre pensaba ¿esto es lo que quiero para mí? Pero no dejaba traslucir la duda: tenían que creer que las envidiaba, eso sí, con pura envidia de la buena... La charla sobre bebés sí que no la podía aguantar, tenía que huir antes de que me mostraran uno a uno los años de dicha transcurridos desde el momento en que Dios las bendijo siendo mamás; yo que he sido niñera de primos, cuñaditos y hasta hijastras, sabía lo horrible que puede resultar tratar de satisfacer las necesidades de una criatura más irracional de lo normal... y ahí sí que no podía disimular. Un día decidí de

Ellas y yo

Dedicada a Joanna Robayo, Diana Rivera, Milena Porras, Diana Barragán, Mónica Duarte y muchas que no recuerdo en este momento... A propósito de ese maravilloso personaje femenino de La chica con el tatuaje de dragón,  alguien en su crítica escribía que ella se dedicaba a hacer lo que más le gustaba: cazar hombres que habían abusado de las mujeres. A pesar de que es cierto que este maravilloso personaje se venga, creo que es un papel que a pocas mujeres nos interesa desempeñar y menos mal, porque... ¿se imaginan cuántos capados andarían por ahí? Hasta hace poco tiempo creía que odiaba a las mujeres, que simplemente era imposible tener buenas relaciones con ellas porque asumía que estarían marcadas por la envidia y los celos. Estaba tan equivocada... Creo que todas nos dejamos envenenar por la misoginia que abunda por los rincones como las ratas -esas mismas que insisten en proclamar lo brutas, lo ignorantes, lo fastidiosas que somos- y no nos dábamos cuenta de que maltratarnos