Victorias pírricas

Según Wikipedia: El nombre proviene de Pirro, rey de Epiro, quien logró una victoria sobre los romanos con el costo de miles de sus hombres. Se dice que Pirro, al contemplar el resultado de la batalla, dijo: "Otra victoria como ésta y volveré solo a casa".

Una corona en un concurso de belleza, una copa de fútbol, una medalla de bronce en un juego de dados o cualquier otra banalidad. Festejar hasta el agotamiento y quedarse sin voz, con el costo de unas cuantas vidas que serán olvidadas -aunque se trate de niños inocentes privados para siempre de contemplar las maravillas de este mundo por la mano cruel de un ser al que, tal vez desde pequeño se le hizo añorar el día en que podría tener en sus manos un arma para defenderse, joder a quien le diera la gana, o simplemente dispararla para celebrar que la selección ¡metió un goool hijueputaaa!-.

Medir el triunfo en términos de cuán dura la resaca confirma que este es un pueblo estupidizado, dominado por fuerzas oscuras y deja claro que el destrozo de lo que llamamos el tejido social, que se debería haber constituido a partir de la búsqueda del bien común, del empeño por satisfacer las necesidades de todos los que somos llamado colombianos, se fue a al carajo y difícilmente podrá recuperarse (aún si se acaba esta bendita guerra), con esas mismas fuerzas controlando los estamentos públicos y privados; ellos nos seguirán diciendo cuándo y alrededor de qué agruparnos, y no será precisamente alrededor de la lucha por los derechos: allí donde ésta surja esgrimirán la desinformación y el descrédito como estrategia de descalificación de los que se atrevan a alzar la voz, sin olvidar por supuesto la infaltable represión.

Será alrededor de los colores de una camiseta o una competencia insignificante que se mercadeará hasta la saturación -acompañada de la ingesta abundante de consumo de licor-, que nos uniremos brevemente, tanto como dure el partido o la competencia y luego volveremos a nuestra indiferencia frente a lo que verdaderamente importa: una salud inalcanzable para casi toda la población; unas condiciones degradantes de empleo; una educación inocua dedicada a la venta masiva de títulos; el desapego a la ley y a quienes la determinan; entre otros males que nos aquejan desde nuestro nacimiento como nación pero parecen multiplicarse con el paso del tiempo.

Por supuesto que la responsabilidad es de los dueños de los medios de comunicación (que son los mismos propietarios de los bancos, las fábricas de bebidas y en últimas de todo). Pero también es culpa de la izquierda y de la derecha porque juntos han sido cómplices en este desastre: la primera, cobarde, sólo ha sabido joder a los pobres por los que dice luchar sin enfrentarse realmente a este estado de cosas, provocando con sus torpes acciones un rechazo generalizado hacia todo lo que suene a “ideología marxista"; y la segunda, por defender sus intereses de manera implacable y descarada (de lo cual en realidad no se la puede incriminar porque sólo se limita a cumplir su papel). Incluyo a los intelectuales y artistas por denunciar las injusticias mientras se codean en los cocteles con los que destruyen y saquean no sólo al país, sino a las pocas conciencias que quedan. Somos responsables tanto ricos como pobres, pero muy especialmente la patética clase media que con su afán de escalar socialmente es la principal consumidora de ideales basura. 

Todos estamos untados y, por esto mismo, todos parecemos merecer la mierda en que vivimos.

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