Mujeres contra el machismo: Bombshell

He sido de las que dicen que todo hombre culpado de ser abusador no lo es nada más que por su condición de hombre. He sido de las que sostienen que las mujeres también hacemos daño cuando estamos resentidas o nos sentimos despechadas.

He sido defensora de los derechos de nosotras evitando ser radical, sin dar por sentado que el sexo masculino es el enemigo per se al que siempre debe presumirse culpable.

Con frecuencia, las feministas me parecieron “exageradas"; aun discrepo de las radicales (especialmente de sus posturas contra el trans activismo y la abolición de la prostitución).

Pero hubo algo en la película Bombshell (El escándalo) que realmente me tocó.

Uno no imagina, al ver el trailer, que esas tres mujeres en el ascensor, dos de las cuales se dirigen al mismo piso, enfrenta cada una su propio drama que es a la larga el mismo: el de la milenaria supremacía del hombre sobre la mujer en todos los ámbitos, a la que tuvimos que enfrentarnos y luchar para llegar a este punto, aun precario, aun carente, en el que podemos ser jefas, gerentas, presidentas. El miedo y la ansiedad reflejados en la aspirante; la resignación y el odio de años asomándose al rostro de la rechazada; la duda y la negación de su propia experiencia en la cara de la tercera que las observa.

Una sola escena es suficiente para despertar la repulsa de quienes vivimos el momento en el que el jefe nos pidió una falda más corta, nos acarició una pierna o nos robó un "inocente" beso. La respiración agitada del abusador, su mirada libidinosa, la presunción de su miembro inflamado bajo el pantalón buscando penetrar, llegar a la culminación de su deseo. La humillación resumida en unos cuantos incómodos minutos.

Y es que, en la película, estamos ante unas mujeres republicanas, conservadoras, lejanas al feminismo y a las luchas por los derechos de las mujeres a la igualdad. Pero aun así las entendemos y acogemos, deseamos hasta el final, con las pocas probabilidades existentes de que se haga justicia en un medio dominado por hombres y en el que nosotras no somos más que unas piernas enmarcadas en faldas cortas, que los culpables sean castigados y que sus cabezas rueden por la alfombra en la que hicieron hincarse tantas rodillas.

Las entendemos porque lo vivimos; porque alguna vez pensamos que era necesario, que no importaba, que era sólo un apretón o un besito ¿y qué era esto al lado de lograr nuestros sueños?

Puede que lo hayamos callado y hasta consentido. Puede que en su momento le restáramos importancia. Pero mujeres, hombres: no lo pedimos, por lo tanto no lo disfrutamos.

Por una sola vez, fue acoso laboral, es una forma de abuso y  no estuvo bien, no está bien.

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