¿Estás ahí?

Durante siglos miles de pensadores, filósofos, poetas y sabios se han desvelado tratando de descifrar tu misterio. Hoy lo intenta, una vez más, esta insignificante mortal.

¿Qué eres? Me pregunto en las noches en que la música y las voces exaltadas dan paso al silencio del toque de queda; no quién, sino qué, pues no creo que seas “alguien" ni tengas imagen o personalidad.

¿Eres acaso el viento sobre los árboles, que parece decir cosas muy profundas en las noches en que despierto y lo veo estremecer sus ramas, a veces con un cadencioso vaivén, a veces con tanta fuerza que parecieran desprenderse de la tierra con todo y raíces? ¿Eres ese halcón que pasó sobre mí esa mañana de caminata acongojada y vino a posarse, gigante, sobre el muro de mi patio como un ángel o un espectro?

Eres la desesperación con que una madre clama por su hijo desaparecido, con que el anciano y el enfermo terminal ruegan por unos años más de vida, la esperanza de los que empiezan a amarse y cruzan los dedos para que dure; también la ilusión de quien se encamina a su primer día de trabajo, de quien abraza a su primogénito, de quien recoge su primera cosecha; la fantasía de aquella niña que creyó en que su padre resucitaría y que cuando creciera las personas serían inmortales y podría cambiar el mundo solo por ser ella.

Eres todo eso: ilusión, esperanza, fuerza, deseo, delirio y necesidad. Además angustia, desesperación, impotencia, miedo, sentirse pequeño en este inmenso universo como me sentí frente a ese mar Pacífico en un documental chileno en el que imaginé que la gente viajaba a través del tiempo hasta los confines del mundo y sus otras dimensiones, al punto de que sus protagonistas, esos ancianos mapuches, se cruzaban con sus tatarabuelos muertos y sus conquistadores asesinos.

Lástima que te hayan dado un nombre tan genérico como ‘Dios' (dioses hay tantos), que muchos lo hayan manoseado y lo sigan haciendo; sé que sin pedirte me has dado, sé también que cuando te he implorado con desesperación me has ignorado. Ahora mi petición no sería que libraras de males al mundo, ni mucho menos bienes, salud o tan siquiera vida para mí o los míos: rogaría no ser más esta débil persona sino una más fuerte, más convencida, invulnerable a tantos charlatanes y discursos de sabiduría que también engañan y desilusionan.

Me gustaría que, aunque la fe me es esquiva, tuviéramos una relación cercana... ¡Sabes con cuánto ardor deseo que existas!

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