La Doctora
He llegado a dudar de que la que se manifiesta en las redes sea su personalidad real, pero también me cuesta creer que sea todo parte de una actuación, de un personaje que (para su complacencia, al parecer) le genera tantos odios como amores. Me refiero a la sobrina de nuestra flamante exministra durante el gobierno de Betancur, a quien por cierto se le atribuye haber intentado ocultar los hechos del Palacio de Justicia con la transmisión de un partido de fútbol (por cierto, ¡qué sorpresa desagradable saber que este bonito deporte puede ser utilizado para fines tan abyectos!).
Por momentos creo que le gusta ser odiada solo para luego victimizarse y gritar a los cuatro vientos: soy la única voz sensata en este muladar, me odian por ser mujer, feminista y vegana, pero sobre todo muy docta, conozco tanto el idioma que me tocó en gracia como lengua materna que me puedo jactar de decir cuanta palabra vulgar se me ocurra, porque cuando la digo lo hago con suficiente conocimiento de causa, no como otros, que lo hacen desde su ignorancia". Entonces su egolatría, su ensimismamiento, su arrobamiento consigo misma le hacen creer que es una genialidad decirle a cualquiera, pero en este caso a un insulso hombre -privilegiado por muchas razones pero carente de entre otras cosas perspicacia- que fue concebido por ese lugar del cuerpo tan valioso y denostado por donde se expulsan los desechos.
Está convencida de que nunca se equivoca y aunque puede -como todos los demás mortales que no pertenecemos al Olimpo donde mora, no rodeada de otros dioses sino valientemente solitaria, a salvo de todos los intentos de dañarla- tener momentos de gran lucidez y decir cosas tan absolutamente sensatas que su peor enemigo debería avergonzarse de contradecirla, nadie, ni siquiera ella es infalible y se descacha con mucha frecuencia; como ahora con su alineamiento con la derecha colombiana ignorante y violenta en la defensa de Israel frente a la ampliamente documentada masacre palestina. Alguien debería atreverse a decirle: "Doctora, con toda humildad, nadie puede saberlo todo ni opinar con suficiencia lo que se le venga en gana sobre todo".
Porque opina de lo suyo y de cuanta cosa se le ocurre, pero lo hace como si su postura fuera la única cierta y admisible y la de los demás cacareos de ignorantes envidiosos e inferiores.
Supongo que lo importante es que lo que diga genere polémica, mucho tráfico en sus redes, ventas de sus libros y talleres o menciones e invitaciones a debates en programas radiales; lo que me llama la atención es algo que parece estar en su personalidad (perdonen que aquí aflore la psicología) y da visos de convertirse en algo patológico: que no tolere que se le contraríe ni se le discuta o que se le intente persuadir de algo distinto a lo que piensa y dice, porque eso implica una cancelación inmediata de la o el atrevido de su vida y sus afectos.
Y no me refiero a bloquear a gente desconocida en las redes sociales, sino a eliminar de su vida a personas a las que considera desleales por no entregarse completamente a su causa, sin que exista para ellas la más mínima posibilidad de redención. Tal vez es en el fondo alguien frágil que necesita protegerse (más de ella misma que de ningún otro, me atrevería a agregar), aunque haga lo contrario exponiendo tanto de sí en los medios; es posible que en una época en que muchos buscan ser políticamente correctos ella esté dispuesta a inmolarse con tal de defender su verdad; quizás crea que puede decir lo que piensa solo porque es capaz de tejer elaborados y a veces hasta traídos de los cabellos argumentos y que, basados en que se trata de una persona con una vasta educación los demás debemos aceptarlos sin chistar.
A veces pienso que más que querer ser odiada necesita desesperadamente ser amada y aceptada. El problema es que a su alrededor no desee amigos ni colegas sino súbditos.
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