Ella

 Si me preguntaran a quién necesité y siempre estuvo, diré que Ella.

Nunca envejecieron su sonrisa ancha ni su andar cadencioso. 

Nunca dio la espalda a quienes acudimos a su puerta en busca de un regazo en el cual volver a ser niños.

Nunca su hombro se rehusó a enjugar nuestras lágrimas.

Su trajinar por la cocina fue consuelo para quienes ansiábamos, no sólo los frutos de su sazón, sino sus palabras sabias.

Si alguien pudo odiarla -lo cual pongo en duda- fue sólo porque envidiaba su gracia y el amor que todos le hemos tenido.

Ha sido más cómplice que cualquier persona de mi edad -a cualquier edad-.

Siempre nos dijo que sí a todos. ¿Sabía exactamente lo que necesitábamos oír, por eso tuvo a flor de labios las palabras correctas?

¡Qué sorprendente ángel moreno y con garbo nos regaló la vida!

¡Qué verdadera mamá gallina de todos estos pollitos necesitados de afecto!

Eres y serás inmortal, Carmen Victoria.

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