Un cuarto propio

 Hay miles de cosas que no se enseñan en los colegios, a pesar de la cantidad de contenidos, investigaciones y todo tipo de pedagogías que se venden como innovadoras y las verdaderas respuestas a todas las demandas de conocimiento de la sociedad actual. 

Uno de los textos que debería ser obligatorio es ese maravilloso ensayo Una habitación propia (A room of one's own) en el que Virginia Wolf hace un siglo proponía que para que las mujeres pudieran escribir novelas debían poseer un lugar (físico, mental) y dinero. Todo el género femenino debería leerlo y los hombres también, en lo posible.

¿Cuántos padres, a lo largo de la historia, pensaron en la necesidad de dejar a sus hijas una herencia, un legado educativo, una renta? Podrán decir que hasta hace pocas décadas ellas no podían siquiera disponer de su dinero y sus bienes, ni acceder a la educación superior ni participar en la política, entonces, ¿para qué perder la plata si iban a terminar dedicadas a la casa, los hijos y el marido? Y si tenían la "fortuna" de casarse con un hombre rico que poseyera recursos suficientes para pagar empleadas y niñeras, el papel de ellas se limitaba a la organización de cenas y fiestas familiares, eventos de caridad y todo tipo de actividades, incluso culturales, pero solo como entretenimiento, porque era casi imposible que fueran admitidas como profesionales respetables en cualquier área.

Fue debido a esto que los antepasados dejaron a muchas de sus descendientes femeninas a merced de los maltratos, humillaciones y la violencia del patriarcado -sin mala intención, tal vez solo con una profunda ignorancia-, porque la sociedad así lo determinaba.

Wolf narra que tuvo la fortuna -real o imaginaria- de que una tía le dejara una pequeña renta; otras tuvieron padres adelantados a su época que las educaron como si fueran hombres; por ello algunas pudieron ser libres. Y no, no es victimización, es la historia de casi todas nuestras bisabuelas, abuelas y madres la que nos golpea en las narices.

“Ahora las cosas han cambiado" -dirán los que critican a las mujeres que se quedan al lado de aquel que las ultraja por los hijos, un techo, comida- “las mujeres pueden trabajar, estudiar, ser artistas, doctoras, presidentas". Sí, queridos, después de muchas luchas, pero con más esfuerzo y a un mayor costo, con el riesgo de no poder con todo y de encontrarse con algunos cuantos abusadores en el camino.

Entonces, amigos, amigas: si quieren que sus hijas escriban una novela o un libro de cuentos, o compongan canciones o construyan edificios o puentes: denles un cuarto propio. No se trata de un espacio físico sino de un lugar en el amor, en la autoestima, en la vida. Y dinero, que pueda traducirse en educación, viajes, idiomas, talentos, experiencias.

Solo así tendrán una voz, incluso en estos “avanzados" tiempos.

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