Un día de mierda

Una de las fiestas comerciales que más detesto es ésta del amor y la amistad, donde todo el mundo se ve obligado a comprar chucherías para regalarle al compañero de oficina que le salió en un papelito aún cuando no tenga con él o ella más que una relación laboral, o a la pareja (porque el amor se alimenta de detalles), aún cuando todos sepamos que las relaciones están más llenas de odio que de amor y eso no lo arregla ningún chocolate.

Pero además de la hipocresía lo que más me molesta es que en este inmundo país se celebre precisamente a mediados de septiembre, cuando para mí se cumple un año más de la muerte de la persona que más quería en el mundo y que tuvo la desgracia de morir precisamente el 15, la misma fecha en que nació.

Mientras yo lloro mi desgracia los malditos imbéciles, los retrasados que ya no entienden ni siquiera su lengua materna se deleitan comprando botellas de bebidas asquerosas y baratas, preparándose para poner en sus carros a todo volumen su música estúpida, soñando con ir al puteadero, perdón, a la discoteca de moda como si no lo hicieran todos los fines de semana. 

Las pre pagos que van en cacheteros a la universidad no para aprender, sino para conseguir clientes, cuentan los billetes ganados con el sudor de sus cucas y corren al estudio F más cercano (la boutique de ellas), a comprar la pinta con que atraerán la mirada del lavaperros de moda y al salón de belleza donde les plancharán sus trajinados pelos y empiezan a calcular si su próxima inversión será en el culo o en una motico, pensando en que si tienen suerte y lo maman bien hasta podrían levantarse un carro o un negocio para pagarse el título que las hará respetables cuando ya no tengan que dedicarse al otro negocio.

Pareciera que en este pueblo mezquino todo estuviera montado a propósito para hacer sentir desgraciada a la gente que como yo no tiene pareja o acaba de salir de una  desafortunada relación -como todas- en la que se tenía que dejar de ser uno mismo para que el otro lo aceptara, como si no fuera un avance haberse librado del yugo, como si para todos fuera una verdad indiscutible aquello de "no seré feliz pero tengo marido".

Mientras llega el fatídico día enfriaré una botella de vino chileno de las que seguramente usan en Chile para limpiar los tornillos y buscaré a alguien con quién compartirla... De otro modo me la tomaré sola, me fumaré un paquete de cigarrillos y me acostaré con ganas de no despertar, lamentándome por no tener un mozito que me lleve a Papagayo...

Comentarios

  1. Analizando seriamente este escrito puedo correr el riesgo de ofenderle. Muy entretenida la lectura.

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  2. Gracias, lo importante es que lo haya leído. Y si no está de acuerdo conmigo, mejor.

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