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Mostrando entradas de 2019

Estaba en llamas cuando me acosté

Tanto hablar y tanto por decir Tantas palabras contenidas Ganas de decir te amo, no puedo vivir sin ti Querer besarte, abrazarte, amarte Desear que las cosas estén bien, que estemos bien. Escucho tu voz y tu risa todo el día dentro de mí Hiciste que mi estómago se retorciera cuando dijiste algunas cosas Pero tal vez las deje pasar... ¿Qué me hiciste? Te conozco hace tres días y quiero morirme contigo.

La guerra que nunca nos tocó

A nosotros nunca el río se nos llevó la casa, no nos tocó salir huyendo de una balacera, una incursión, una toma o una masacre; no corrimos el riesgo de ser reclutados por grupos armados, no tuvimos como única salida para la pobreza meternos al ejército o irnos para la guerrilla. Nuestra familia, aunque también vino de zonas rurales, en la ciudad conoció tiempos mejores: nuestros abuelos pudieron tener un empleo digno, comprar una casa y darle a sus hijos la oportunidad de estudiar que ellos no tuvieron. Nuestros padres fueron bachilleres y nosotros universitarios -algunos Magister , otros con doctorado-; nuestros hijos -si los tenemos- podrían estudiar en el exterior (aunque el mundo actual no les brinde ninguna garantía, ni les dé esperanza, ni les asegure una mejor vida que la que tuvieron sus antecesores). Hemos viajado dentro y fuera del país, tenemos celulares de media y alta gama, podemos comprar una que otra cosa de marca; de vez en cuando comemos en un restaurante de lujo

De marchas y tropeles

Quienes contamos con unas cuantas décadas en este mundo hemos visto todo tipo de manifestaciones y revueltas: de ambos lados del espectro político, en nuestro país y en otros cercanos o lejanos, algunas “pacíficas" y otras que han incendiado todo a su paso; y todos, de una manera u otra, hemos participado de alguna. Al menos una vez hemos salido a apoyar a la patria en los desfiles de independencia o a protestar contra el gobierno por las alzas en los transportes y en los servicios públicos, por los recortes en los presupuestos para la educación y la salud, por la negligencia ante las masacres contra líderes reconocidos y anónimos, frente a dudosos resultados electorales; hemos visto marchas de profesores y estudiantes, de pensionados y mujeres, de campesinos, indígenas, afrodescendientes; movilizaciones que aglutinan personas de todas las edades y marchas de viejos jóvenes y de jóvenes viejos -parafraseando a Pepe Mujica-; unas coloridas como las del orgullo gay y otras plaga

La solemnidad

Los seres humanos nos tomamos la vida, a nosotros mismos y a los demás muy en serio, sólo hay que observar la multitud de ceremonias que realizamos a lo largo de nuestra existencia como individuos y como especie: los juramentos militares, las graduaciones escolares, las conmemoraciones de fechas importantes para la nación. La rigidez de las posturas, de los gestos augustos, de la música, si es que así se le puede llamar a los himnos y cánticos ceremoniales; los rituales de la vida y la muerte decretados por las religiones: bautizos, matrimonios, misas de difuntos. Todo eso rodeado por una atmósfera aburrida y rimbombante, muy distante de la verdadera vida que lleva al ser humano a regodearse en los placeres, en el carnaval y el desenfreno. ¿Pueden catalogarse como formas de control social, rituales de paso, ejercicios necesarios para recordar nuestra trascendencia en oposición a la inmanencia que nos desvía? Al parecer las redes sociales han exacerbado nuestra tendencia a se

Volver

Afuera el sol calcina las copas de los árboles que se mueven frenéticamente al vaivén de los vientos de agosto. Adentro ella me mira y parpadea un par de veces antes de caer presa de la modorra del mediodía. El silencio de la siesta lo invade todo y yo, que había perdido la costumbre, los siento respirar y pienso: voy a estar bien. Vamos a estar bien.

Recuperar el nombre

En una entrevista reciente Rodrigo Londoño Echeverry, quien durante sus más de 40 años de vida armada usó el alias de Timochenko -aunque más el apócope "Timo" como el mismo reconoció-, insistía en que se dijera su nombre, así completo, con su patronímico y sin que faltara el apellido de su madre (o el del padre de su madre, que es como es) y con ello reafirmaba esa nueva persona que hoy es, comprometida con un proceso de desarme y de lucha sin violencia. No son solo los seudónimos de la guerra, también están los del amor (como rebautizamos a nuestro ser querido) y los de la escritura; los alias de los más buscados, los nombres de los hijos deseados y el nombre del muerto en el recién nacido (como es el caso de muchos, incluidos famosos como el escritor Ernesto Sábato: "Y me pusieron el nombre de un muerto..."); los nombres de las personas, el Nombre del Padre y del Hijo de los cristianos; los nombres de las cosas, de los animales, de todo lo que es -porque en es

Avatares de la política

Algunos nacieron con una tendencia a indignarse que incluso antecede a la existencia de las redes sociales, que parecen haberla puesto de moda y hasta alentarla. A muchos desde muy pequeños les dolían las injusticias, los niños con hambre en las calles, los viejos durmiendo en los andenes, los barrios de miseria con casas de latas y cartones. Pero cada uno escoge maneras diferentes de procesar esa indignación. Hubo quienes crecieron y decidieron que lo único que podían hacer era resolver la propia vida, ya de por sí bastante dura como para echarse encima la responsabilidad de ayudar a otros; algunos escogieron el camino del “servicio a Dios" perteneciendo a órdenes religiosas, que si bien no cambiarían las condiciones de vida de los pobres, podrían ayudar a paliar su sufrimiento; otros tomaron las armas creyendo que era la única manera de acabar con las injusticias; unos cuantos, que cada vez son más entre propios y ajenos, se decantaron por la política. Dejemos de lado a q

El café que nunca fue

Ella no es una mujer de esas que quitan el aliento, pero hay algo en sus ojos, en su cuerpo que atrae. La novia de mi humano ya no es joven, no tiene en su piel la lozanía de los veinte y en su pelo asoman hilos de plata que cubre con todo tipo de tintes. Pero es buena y ama apasionadamente, aunque a veces me asfixia con sus abrazos, tanto como a mi noble compañero, que los acepta con estoicismo. De sus conversaciones luego del amor -que observo a prudente distancia desde el armario o al borde de la ventana- he podido extraer que su padre murió siendo una niña y ella era su adoración, por lo que se sintió terriblemente sola y abandonada a partir de allí. Se crió con una madre estricta y fría, que siempre estaba cansada y de mal humor, que no demostraba su afecto y a la cual ella y su hermano temían, por eso hacían solos sus deberes escolares y mantenían aseada la casa. Se sintió siempre necesitada de alguien que la defendiera y apoyara, que le preguntara cuáles eran sus sueños y te

Renunciar a la vida

Hace algunos meses una novia de adolescencia de mi humano se suicidó. Lo vi llorar como un niño y quejarse de haberla plantado pocas semanas antes de su muerte ¿Qué le quería contar en medio de ese café que le había invitado? ¿Habría servido de algo consolarla, darle ánimos, decirle que la vida siempre tiene algo mejor para dar? Es imposible saberlo pero, de paso, deseé que algún día llore igual mi muerte.  No sé por qué a todos los de su especie les causa tanto asombro, tanto shock eso que llaman suicidio, como si no fuera la cosa más sensata de hacer ante las agresiones de este mundo que ellos mismos crearon. Pensar en lo solos que están, en lo superficiales y transitorias que son sus relaciones -y no de ahora, de esta era de pantallas y apariencias, de siempre, en todas las épocas y lugares-; es así el humano, gregario pero solitario por naturaleza ¿Es que su capacidad de pensarse a sí mismo lo aísla, cosa que no es problema de otras especies? Es evidente que son los únicos en

“Si tengo que esforzarme, no es lo mío, no me interesa". Diario de un gato

Soy un gato adulto, hembra, para más señas, aunque evito usar la palabra gata -que los humanos han hecho peyorativa usándola con propósitos ofensivos hacia las hembras de su especie-. No siempre fui un felino, sé que tuve muchas vidas aunque no las recuerdo todas, pero estoy segura, por ejemplo, de que hace muchos soles atrás fui un aristócrata. Recuerdo levantarme a cualquier hora del día cuando los criados abrían las cortinas, desayunar en una linda terraza con café y tostadas escuchando noticias sobre mis lejanas propiedades y llevar una vida dedicada a los negocios, el arte y las grandes fiestas y tertulias en la corte de algún rey. Solo debía preocuparme por no caer en desgracia con el soberano de turno y administrar los bienes heredados para que no desaparecieran y mis descendientes no me maldijeran eternamente. Unas décadas después, en los tiempos de las grandes revoluciones, fui una hermosa cortesana atormentada entre los vientos de liberación y el deseo de aferrarme

Ese activismo necesario

Escuché sobre alguien que vino de Venezuela -donde tenía un cargo directivo en un banco- a trabajar en “una de esas maquilas de Pat Primo" en mi ciudad. Reconozco que la palabreja   hizo que me estremeciera: “¿esas cosas existen en este país?" creía que estaban en lugares lejanos, como la China o Indonesia, nunca imaginé que podrían estar siquiera cerca de nosotros, en esta pequeña villa fronteriza plagada de desempleados. Me propuse no volver a comprar esa marca, aunque recordé que prácticamente ya no compro nada de ninguna marca. Y es que sólo de pensar que esas prendas han sido fabricadas por niñas, adolescentes o mujeres famélicas en jornadas extenuantes con salarios de miseria, me siento incómoda y avergonzada: es por eso que dejé de ir a almacenes como Zara aunque haya promociones, a H y M y hasta a Desigual, cuyos carísimos vestidos pueden haber sido pagados a un precio irrisorio a aquellas sufridas manos que les dieron vida. No sólo el tema del vestuario se ha v

¡Mátenme, feministas!

Por alguna razón que otros sabrán explicar mejor, no siento una empatía especial por mi género; me caen bien o mal las personas, independientemente de que sean hombres o mujeres, no asumo que ellas deban generarme aceptación sólo porque son como yo. Tampoco me siento particularmente cómoda rodeada de otras féminas, a veces sucede todo lo contrario, me intimidan cuando las veo tan crispadas (ya sé, amigas feministas, es por la opresión de tantos siglos), que muchas reuniones con ellas me hacen sentir un enorme deseo de huir. Me sucede también con muchos hombres, aunque no puedo caer en generalizaciones, porque si bien es evidente que algunos me causan incomodidad, aprensión y hasta fastidio, los que son mis amigos y otros conocidos, se me hacen una compañía verdaderamente agradable. "Será por el tema de la seducción" dirán, "será porque ellos siempre te están viendo como un pedazo de carne al cual probablemente podrán engullir sin mucho esfuerzo" -puede ser-, pe

¿Qué hacer?

Cuando has pasado los últimos años de tu vida, los únicos de militancia política, apoyando a los candidatos más difamados por cuenta de la estigmatización de las propuestas alternativas y ves como pierdes, una tras otra, todas las elecciones, a veces te preguntas si ya está bueno y es hora de darte por vencido. Porque pareciera que después de un breve renacer en América del Sur de gobiernos progresistas, soberanos, contrarios a Washington y sus mandatos, el radicalismo de derecha racista, misógino, xenófobo y homófobico, más preocupado por beneficiar a los grandes capitales que a los trabajadores y a las clases medias, avanza a pasos agigantados y ya no entendemos cómo esos tantos perseguidos y perjudicados por las medidas de esos gobiernos, apoyan ciegamente a quienes serán sus verdugos. ¿Qué hacer cuando todo parece perdido, cuando la gente capta los mensajes amplificados por los medios de comunicación de los supuestos fracasos de la izquierda y minimiza descaradamente los efe