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Mostrando entradas de 2020

Las manos del abuelo

- ¿Seguro que no me va a doler? Preguntó Marianita mirando los dedos gruesos y gigantes de su abuelo, quien con un pedazo de algodón en una mano y el tarro de Merthiolate en la otra se aprestaba a curar la rodilla herida. - No sólo no le va a doler, mi muñequita, sino que no le va a quedar ninguna cicatriz y va a poder ir al reinado en Cartagena. Y efectivamente no dolió, como pasaba siempre que le curaba algún raspón, cortada, reventada o chichón. Sus manos eran expertas en sanar. -¿A dónde iremos hoy, nonito? -Vamos a viajar a las tierras de las mil y una noches; recorreremos los desiertos majestuosos, las mezquitas imponentes, veremos los castillos rodeados por frondosos jardines de árboles frutales; pasaremos por las tiendas de los nómadas y los mercados abarrotados de dátiles y todo tipo de telas bordadas en oro; volaremos en alfombras mágicas y aspiraremos los perfumes de las princesas cubiertas de delicados velos; acariciaremos caballos de elegantes crines y brillante pelaje; e

Hablemos de cosas serias

Aquí estamos: es el día de Navidad para los cristianos en todo el mundo y nueve meses después de declarar confinamientos generalizados, la pandemia nos azota con más fuerza. La región en la que vivo, con graves problemas sociales antes de la aparición del nuevo virus, ve colapsar sus servicios de salud, morir día a día a sus más emblemáticos médicos y aun así permanece indiferente, ensimismada en una orgía de fiestas, compras y locura colectiva; estamos librando una batalla en la que los caídos aumentan por minuto, las balas y bombas son silenciosas pero igualmente letales y pocos parecen entenderlo. Nadie imaginó en sus propósitos para el nuevo año que una situación de tal magnitud nos golpearía de la manera en que lo ha hecho; creíamos que eso de esperar el antídoto milagroso para un virus mortal era cosa de películas de ciencia ficción y  cómics  de súper héroes; nos sentíamos lejos de situaciones tan características de sociedades premodernas: la generación de los aparatos tecnológi

Salir

Mi madre acaba de terminar de armar el árbol de navidad -sin mi ayuda- y al preguntar cómo se veía no pude evitar decirle que me daba igual. No me gusta asumir la pose de del Grinch cinematográfico, tampoco de la furibunda anti imperialista ni de la pachamamerta que pone árboles secos y no pinos, pero detesto todo lo que esta época implica. Acabo de cerrar mi cuenta de facebook porque no soporté ver a antiguos compañeros de universidad otrora despeinados y con mochila, hablando o presumiendo en fotos de sus decoraciones navideñas, de lo emocionados que están sus hijos, de la caja de donuts con decoración en rojo, verde y blanco que se han comido o van a engullir para seguir engordando como pavos navideños a quienes algún día les llegará su diciembre. No pude tampoco con sus lamentos por los familiares perdidos este año por cuenta del omnipresente virus y no puedo ni podré más con sus opiniones, quejas, reflexiones (que yo también hice de manera recurrente y casi enfermiza). Hoy decidí

Mantras

Silencio No hay prisa Escucha No tienes que ir a ninguna parte No hay nada ni nadie que te lo demande Descansa Estás en la casa de tu infancia Toma el sol en el patio Suprime la angustia Espera Encomiéndate a tus ancestros Confía Venera sus dioses La vida sigue siempre Acalla las voces Reza Domina el miedo Acorrálalo.

¿Estás ahí?

Durante siglos miles de pensadores, filósofos, poetas y sabios se han desvelado tratando de descifrar tu misterio. Hoy lo intenta, una vez más, esta insignificante mortal. ¿Qué eres? Me pregunto en las noches en que la música y las voces exaltadas dan paso al silencio del toque de queda; no quién, sino qué, pues no creo que seas “alguien" ni tengas imagen o personalidad. ¿Eres acaso el viento sobre los árboles, que parece decir cosas muy profundas en las noches en que despierto y lo veo estremecer sus ramas, a veces con un cadencioso vaivén, a veces con tanta fuerza que parecieran desprenderse de la tierra con todo y raíces? ¿Eres ese halcón que pasó sobre mí esa mañana de caminata acongojada y vino a posarse, gigante, sobre el muro de mi patio como un ángel o un espectro? Eres la desesperación con que una madre clama por su hijo desaparecido, con que el anciano y el enfermo terminal ruegan por unos años más de vida, la esperanza de los que empiezan a amarse y cruzan los dedos par

Un miércoles cualquiera

Querido diario: Quise comunicarte mi nuevo descubrimiento y es que, al parecer, no todo es malo en este confinamiento: he entendido cosas sobre mí y los otros que ni en mil años de vida “normal” podría haber imaginado y que serán invaluables en tiempos venideros (si llega a haberlos). ¿Recuerdas ese cuento de Cortázar La autopista del sur? Me gustó tanto cuando lo leí, me pareció la vida reflejada... En esa historia de 30 páginas algo pasa en la carretera que hay un gran atasco de carros que pretenden entrar a la ciudad; éste se prolonga por horas, días, la espera se convierte en desespero, luego en resignación, la gente empieza a acostumbrarse, por una necesidad de supervivencia se organizan, se crea una pequeña comunidad, se establecen relaciones, aparecen los conflictos, liderazgos, amores y la inevitable muerte. Bueno, ha sucedido algo similar en mi cuadra, especialmente con los vecinos del frente y de ambos lados de mi casa: como nunca antes nos hemos conocido, nos

Amigo querido

                                                                                                                                          Para pico                 Sentí que podía escribirte sobre las cosas tan terribles que estoy viviendo, sobre mi agitación y mi angustia -aunque sepas de sobra los hechos y mi estado emocional- y que tal vez hacerlo podría contribuir a alivianar mi carga, porque ¿quién más que tú para tomarme de la mano y darme calma? ¿Quién sino tú puede consolarme y decirme que no es nada, que ya pasará? Los recuerdos de nuestros días me alegran la vida: las tardes de domingo tomando el sol sobre la hierba del parque, las conversaciones banales y profundas, nuestras fumadas de primíparos ¡Y los ataques de risa con los mismos chistes de hace más de 15 años! Esas anécdotas que al contarlas sólo nosotros encontramos graciosas... Tirados cada uno en un sofá compartiendo algo caliente de beber, escapando de los niños y de la familia yendo a recorrer las callejuelas

Tiempos de pandemia III

¿Se levantan todos los días como yo, pensando que lo de la pandemia fue una pesadilla? ¿Que todo está mal, como siempre, pero sin la amenaza de enfermar y morir ahogado sin nadie más alrededor que unos cuantos trabajadores de la salud cubiertos de pies a cabeza? ¿Rememoran ese último día feliz, como el mío en la playa cuando llevé de la mano a mi sobrina que se aventuraba un poco más adentro en el mar? ¿Pasan las noches presas de la angustia, ante la idea de morir precisamente ahora, cuando todo parecía por fin empezar a ir bien, con la gente despertando y saliendo a las calles a pelear por sus derechos? Recuerdo haber pensado ese 3 de enero mientras miraba las montañas de La Guaira que siempre recordaría ese momento, pasara lo que pasara, porque sólo ese instante importaba, sintiendo el calor del sol en mis hombros y el agua que enfriaba mis piernas, saboreando la cerveza que en la orilla me esperaba en la hielera; era feliz y lo sabía. Ahora no sé si volveré a serlo. Nunca imagi

Nostalgia ¿De qué?

“No sé bien qué día es hoy" cantaba Vicentico en los Fabulosos Cadillacs. No sé porque estoy en confinamiento obligatorio hace más de diez días (perdí la cuenta desde el 4°) y llevo al menos siete sin salir siquiera a comprar algo de mercado. Cada mañana me levanto, desayuno, me quito el top de dormir y lo cambio por uno para estar en casa. En la tarde, cuando el calor se desvanece un poco en mi infernal ciudad, me baño, vuelvo a ponerme el top de dormir para leer un rato antes de acostarme y luego, una vez más, duermo. El moño del pelo permanece invariable, excepto cuando lo lavo con champú que cada vez es menos frecuente -al fin y al cabo nadie, excepto mi progenitora se acerca a mí, aunque con ella también guardo “prudente distancia"-. Y así, sin requerir ropa ni maquillaje, paso mis días. Este es el “calvario" que nos ha impuesto el gobierno, pero sobre todo un virus del que se ha dicho de todo, desde que era casi inocuo hasta que se contagia con sólo tocar

Tiempos de pandemia II

Una película mala de domingo en la tarde es lo que estamos viviendo. Hoy es el tercer día de confinamiento obligatorio decretado por el gobierno -tal como lo han hecho otros en el mundo-, para intentar detener el avance del virus; hay prohibición de salir de nuestras casas, de juntarnos, de saludar a otros con un simple apretón de manos. Y como en esos filmes apocalípticos, las imágenes de la catástrofe no se hacen esperar: largas filas en los supermercados de gente que puede llenar sus carros con cosas necesarias y no tanto; saqueos a almacenes por parte de algunos que no se cuentan dentro de las gentes de bien con ahorros en sus cuentas bancarias; en las calles la desesperación de los que no tienen qué comer o un hogar en el cuál resguardarse. Hoy el líder de una de las religiones dominantes se ha dirigido a sus fieles en una plaza silenciosa, desde el bastión de la opulencia de su nada austero Estado, el Papa Francisco ha pedido reflexionar sobre este mundo enfermo y egoísta que

Tiempos de pandemia

Llevaba un par de meses trabajando después de 7 de estar desempleada y más de dos años sin desempeñarme en mi profesión: ayer me comunicaron que volvía a quedar cesante “por prevención del covid-19", argumentaron. Volví al encierro habitual (y no sólo por la orden de confinamiento que han dado los gobernantes, ha sido una realidad en casi toda mi vida adulta); de hecho, sólo estaba trabajando un par de horas semanales, así que permanecía mucho tiempo en casa haciendo cosas que el trabajador promedio no puede hacer: leer, dormir, ver películas, navegar en la red, entre otras. Con esto no pretendo jactarme, sólo quisiera ir más allá de lo que el pánico por la pandemia que azota al mundo nos dejaría ver: la miseria de vida que llevamos, especialmente quienes viven en las grandes ciudades, contaminadas y estresantes, con desplazamientos tan largos que ocupan una buena porción de la jornada; levantarse muy temprano y volver tarde a casa; los mayores ocupándose de preparar el a

Mujeres contra el machismo: Bombshell

He sido de las que dicen que todo hombre culpado de ser abusador no lo es nada más que por su condición de hombre. He sido de las que sostienen que las mujeres también hacemos daño cuando estamos resentidas o nos sentimos despechadas. He sido defensora de los derechos de nosotras evitando ser radical, sin dar por sentado que el sexo masculino es el enemigo per se  al que siempre debe presumirse culpable. Con frecuencia, las feministas me parecieron “exageradas"; aun discrepo de las radicales (especialmente de sus posturas contra el trans activismo y la abolición de la prostitución). Pero hubo algo en la película Bombshell (El escándalo) que realmente me tocó. Uno no imagina, al ver el trailer,  que esas tres mujeres en el ascensor, dos de las cuales se dirigen al mismo piso, enfrenta cada una su propio drama que es a la larga el mismo: el de la milenaria supremacía del hombre sobre la mujer en todos los ámbitos, a la que tuvimos que enfrentarnos y luchar para llega