Entradas

Mostrando entradas de 2021

Carta para Mochis

 ¿Qué puedo decir ahora que ya no estás? Solo que nunca pude pagarte (no hubiera podido hacerlo) el inmenso amor, la compañía constante, el apoyo, la escucha, todo ¿Cómo puede amar tanto un gato? ¿Cómo puede hacer sentir cobijado a un inmundo humano, que tanto lo olvida y abandona? ¿Cómo no sentirme una más de tus crías aunque no hubiera salido de tu pequeño vientre? Me dejas en una soledad inmensa, aunque más fuerte y dispuesta a hacerle frente a la vida, al mundo, ahora sin ti. No toleraba más tu cuerpo sufriente, no te quería vieja ni enferma, ni dolorida como estabas; no por mí, esta vez no es mi egoísmo el que habla, es mi profundo amor el que te que te deja ir, el que te quiere libre y parte, otra vez, de la tierra. Ve allá, Mochita.  

¿Dónde está la Humanidad?

En estos tiempos de tan variadas formas de comunicación la gente muere sola: ancianos, personas de mediana edad, adultos jóvenes, adolescentes son encontrados en sus casas; sus cuerpos (a veces con varios días de descomposición) dan cuenta de que esas palabras finales no fueron oídas, esa mirada postrera no se dirigió a nadie, esa mano no fue tomada por última vez por un otro; una vida más que se apagó sin testigos (como muchos enfermos de covid). ¿Dónde está la humanidad, ahora que las nuevas generaciones se levantan para defender la tierra, a los animales, a los habitantes originarios de las naciones, a las minorías raciales y sexuales? ¿Dónde la solidaridad, que todos sentimos que esas millones de vistas en nuestras fotos y publicaciones no se traducen en una llamada, en un mensaje para saber cómo estamos o si necesitamos un par de pastillas o una sopa para el alma o para la gripe? En una sociedad hiperconectada el individualismo no es solo preocupante, es absolutamente doloroso; el

Un cuarto propio

 Hay miles de cosas que no se enseñan en los colegios, a pesar de la cantidad de contenidos, investigaciones y todo tipo de pedagogías que se venden como innovadoras y las verdaderas respuestas a todas las demandas de conocimiento de la sociedad actual.  Uno de los textos que debería ser obligatorio es ese maravilloso ensayo Una habitación propia ( A room of one's own)  en el que Virginia Wolf hace un siglo proponía que para que las mujeres pudieran escribir novelas debían poseer un lugar (físico, mental) y dinero. Todo el género femenino debería leerlo y los hombres también, en lo posible. ¿Cuántos padres, a lo largo de la historia, pensaron en la necesidad de dejar a sus hijas una herencia, un legado educativo, una renta? Podrán decir que hasta hace pocas décadas ellas no podían siquiera disponer de su dinero y sus bienes, ni acceder a la educación superior ni participar en la política, entonces, ¿para qué perder la plata si iban a terminar dedicadas a la casa, los hijos y el mar

Mi amigo burgués

 Nació en el seno de una familia trabajadora, sus padres (o al menos uno de ellos) fueron a la universidad, estudiaron una carrera técnica o salieron de uno de esos colegios que formaban docentes o bachilleres comerciales, gracias a lo cual pudieron conseguir un trabajo estable e ir avanzando en sus carreras a medida que estudiaban y ganaban experiencia. Por lo mismo, tuvieron casa propia y pudieron vacacionar -al menos una vez al año-, en su país o en uno cercano en Latinoamérica; incluso ir una que otra vez a USA, por tener familiares allá.  Supo lo que era tener un carro familiar (tal vez un taxi) primero usado, luego nuevo, no de alta gama pero respetable. El papá le enseñó a manejar o en su defecto el abuelo, un tío, primo o hermano mayor. Por ahora no tiene vehículo porque le preocupa el medio ambiente, por eso usa Uber o alguna otra plataforma (aunque puede que en algunos meses compre un carro eléctrico o a gas, para cuidar el planeta; sus ingresos de más de seis salarios mínimo

El arte de nombrar-se

 Soy obsesiva con el tema del nombre: el de las personas, de las cosas, de todo lo que existe. Fue el tema de mi trabajo de pregrado y me sigue rondando, pero ¿cómo no? Si no hay cosa más humana que nombrar (¿o acaso la gata le pone nombre a sus crías?). “Todos tenemos algo qué decir de nuestro nombre" escribía una joven yo aspirante a psicóloga hace dos décadas: “si nos gusta o lo odiamos, si era el de algún pariente que no conocimos o del artista de moda en la época en que fuimos concebidos... Nuestros padres al nombrarnos, nos dan verdaderamente la vida, pues antes flotamos en la nada de la indiferenciación; el nombre nos da acceso a lo simbólico del lenguaje". Recuerdo que hace algunos años mi pequeña ahijada cambiaba de nombre cada semana y pretendía que toda la familia la llamara con el de su momentáneo capricho; pues bien, algunos se molestaban e insistían en llamarla por el nombre que le habían dado sus padres. Yo accedía a sus deseos con gusto pues no creía que esto

Ese

El envidioso, el chicanero, el acomplejado, el avivato; el ignorante, el mentiroso, el arribista, el ventajoso; el violento, el pacato, el hijueputa, el asesino; el inculto, el paramilitar, el traqueto, el embaucador; el rezandero, el interesado, el traicionero, el hipócrita; el receloso, el godo, el narco, el psicópata; el que compra votos, el que elige asesinos; el rata, el malparido, el que se roba elecciones, el que vende hasta a su madre; el brujero, el chichipato, el que se roba hasta un hueco, el goterero; el que come mierda y escupe pollo; el borracho, el violador, el sucio; el que mata animales; el prepago, el pecueco, el vulgar, el pedante; este impune chochal bicentenario tiene cuentas pendientes conmigo desde mi infancia y dudo que algún día se las pueda cobrar. 

Extrañamiento

¿Qué es la vida sino este constante fluctuar entre realismo e irrealidad , entre la contundencia de levantarse cada mañana con la vejiga llena y nuestra imposibilidad de aceptar que un virus que no podemos ver haya puesto en jaque a la misma ciencia que crea brazos robóticos y transplanta corazones de simio en humanos? ¿Qué es más verídico, lo que nos golpea en la cara o aquello que persiste en nuestra memoria? Como la casa de la abuela, a la que uno cree poder ir cualquier tarde a tomar café y conversar, aunque esté ocupada por otros o ya no exista. ¿No seguimos amando a nuestros familiares que ya no están, como a cada uno de nuestros amores, no importa que se hayan ido o el daño que nos hayan hecho? ¿No permanecen en nuestra memoria y en nuestros sueños, donde aparecen y aparecemos amándolos, tan jóvenes, tan inocentes como solíamos serlo? Así como el que muere se queda con nosotros, todos aquellos a quienes amamos seguirán siendo amados por una parte de nosotros, porque en ese amad

Un campo de flores

Creí que me mataría, que ese dolor acabaría con mi vida o lo haría yo misma, porque simplemente no podría  soportarlo.  Nunca viví algo así, que fuera a la vez un padecimiento y una alegría, una liberación. Fue como me sentí después de ese tan temido abandono: imaginé que es como quien presencia el fin de la guerra parado sobre los escombros humeantes y los cadáveres en su ciudad antes asediada; el alivio de la ya ocurrida destrucción, cuando han cesado los disparos y las bombas, y nada peor puede pasar. Entendí que puede haber un sufrimiento dulce y una alegría dolorosa -cobró todo el sentido el oximorón y tal vez nunca fue más evidente ni más certero- fue como si el ataque tan esperado ocurriera y arrasara con todo a su paso, pero diera vida a un campo de margaritas, violetas y azucenas, un prado colorido y de suaves aromas perfumando la primavera. Sí, fue como resistir mil inviernos antes de que saliera el sol, pero ¡Cuánto valió la pena la espera! 

Soñar

Llevo un rato observándola dormir, como tantas otras veces. Mi gata se estremece, sus bigotes parecen convulsionar, su boca hace ademán de mamar y pienso en si ella y ellos (perros, gatos, leones, chimpancés) soñarán, si aromas de su infancia podrán aparecer en sus etapas profundas de sueño. Si por poseer, al igual que nosotros, un sistema nervioso desarrollado, habrán de tener consciencia e inconsciencia. La veo y me hace feliz pensarlo, pero también me compadezco de quienes dicen no soñar (¿será eso posible?) pues ¿habría otra manera de soportar la realidad si no nos hundiéramos cada noche en ese mundo onírico en el que reminiscencias del pasado, amores ya lejanos, personas que hace mucho dejaron este mundo o nosotros mismos aparecen, viven, actúan como si fuera una realidad paralela, otra vida nuestra de 6, 8, 10 horas -según sea el hábito de sueño de cada uno-? Definitivamente soy una soñadora. Pero no de esas de día, en el mundo diurno soy más bien una escéptica de la vida que no

Radiografía de un país macabro

 El nombre ya es un mal chiste, Colombia , en honor a Columbus -no el genial detective de la serie de los ochenta, sino el descubridor , ese italiano perdido e ignorante que creía haber llegado a las Indias-. Todo indica que nos enorgullece ser oprimidos, arrodillados desde chiquitos, lambones, pusilánimes, complacientes. Desde allí todo fue mal; dicen que antes de las tres carabelas los nativos vivían en paz -excepto cuando se enfrentaban con otras tribus, y se mataban, bebían la sangre de sus enemigos y robaban sus tierras, a sus animales y a sus mujeres-. No nos consta, nada sabemos de la conquista hacia atrás, es como si ese 12 de octubre de 1492 hubiera borrado la historia de nuestros antepasados. Lo demás, está lleno de versiones acomodadas de unos, que añoran haber seguido siendo colonia española (esos arrogantes chapetones ahora no nos pedirían visa para ir a la Madre Patria) y otros que lamentan no haber sido la gran nación latinoamericana que soñaba el Libertador (un camell

Los libros y la lectura

 Una de mis mayores ocupaciones durante este tiempo de pandemia ha sido la lectura; poniéndome al día con clásicos como La Odisea, Veinte mil leguas de viaje submarino o Madame Bovary, he logrado sacarle el cuerpo a la angustia y evadirme de una realidad que ha producido tanto sufrimiento a una gran parte de la humanidad. He contado esta historia muchas veces, mi hermano y yo empezamos a leer desde pequeños aun antes de que en el colegio nos obligaran a hacer reseñas sobre García Márquez y sin que nadie nos empujara a ello. Había libros en la casa y no existía la televisión por cable (mucho, pero muchísimo menos el internet), así que leíamos para no aburrirnos y porque era más divertido que hacer tareas (claro que en nuestra época eran muy pocas y sencillas, se podían hacer en la primera hora de clase antes de que llegaran los profesores). Mi mamá compraba muchos de ellos a través del catálogo del “Círculo de lectores", que era poco dado a los clásicos y más enfocado en los de su

Ella

 Si me preguntaran a quién necesité y siempre estuvo, diré que Ella. Nunca envejecieron su sonrisa ancha ni su andar cadencioso.  Nunca dio la espalda a quienes acudimos a su puerta en busca de un regazo en el cual volver a ser niños. Nunca su hombro se rehusó a enjugar nuestras lágrimas. Su trajinar por la cocina fue consuelo para quienes ansiábamos, no sólo los frutos de su sazón, sino sus palabras sabias. Si alguien pudo odiarla -lo cual pongo en duda- fue sólo porque envidiaba su gracia y el amor que todos le hemos tenido. Ha sido más cómplice que cualquier persona de mi edad -a cualquier edad-. Siempre nos dijo que sí a todos. ¿Sabía exactamente lo que necesitábamos oír, por eso tuvo a flor de labios las palabras correctas? ¡Qué sorprendente ángel moreno y con garbo nos regaló la vida! ¡Qué verdadera mamá gallina de todos estos pollitos necesitados de afecto! Eres y serás inmortal, Carmen Victoria.

De la muerte y sus lecciones

 Escribir para otros puede ser una gran frustración: sentirse insatisfecho con las palabras que quedan en el papel o en la pantalla, pensando que no se alcanzó a decir lo que se quería o de la manera en que se deseaba; la poca retroalimentación de quienes leen o la a veces negativa por parte de aquellos que, a juicio de quien garabatea las letras, no están lo suficientemente autorizados para hacerla, pues nunca han escrito una frase en su vida; las lisonjas poco objetivas de los seres queridos y en fin, la auto crítica implacable, pueden ser un duro obstáculo para quien se atreve a compartir sus textos. Que en últimas se lance a hacerlo debería ser, si no ponderado, al menos reconocido como un signo de valentía. Y, ¿cómo hablar de la muerte, compañera fiel de nuestra vida y escritos sin que, como dice Silvio Rodríguez “se haga sentimental, fuera de la vanguardia o evidente panfleto"? ¿Qué decir sobre la parca más allá de lo que ya bellamente expresó Akenatón -siamés protagonista d

¿Sabemos amar?

Últimamente, y ante el número creciente de conflictos en los hogares y relaciones por causa del tiempo que hemos debido pasar confinados, es imposible no preguntarse ¿cuántas de nuestras relaciones son motivadas  por sentimientos puros y no por deber y obligación, entre otras causales? Es decir ¿Cuánto de ese amor es real, genuino y no responde a presiones sociales? Creemos que amamos -y esto no es un invento, está soportado por investigaciones científicas-, porque sentimos atracción sexual, porque sobrevaloramos el concepto de pareja de la novela romántica o nos atrae lo que el otro refleja de nosotros y cómo nos hace sentir; nos unen a nuestros seres queridos los ideales de la familia feliz, el cuento de la armonía parental; a nuestros hijos la exaltación de la paternidad, los machacados “madre no hay sino una" o “los hijos son la prolongación de la existencia"... Pero en resumidas cuentas no amamos, nos quedamos en un lugar seguro que puede volverse nuestra prisión o inclu